Jamás pensamos vivir algo como lo que hemos vivido todos estos meses. El confinamiento, el encierro, la incertidumbre, la imposibilidad de planificar el mañana mientras uno ve que por todo el mundo la situación es generalizada. Estos meses han sido una gran lección de vida y uno ha descubierto que hay situaciones y personas a las que uno debe darles más valor.

En estos casi seis meses de confinamiento uno descubrió los pequeños detalles que completan la vida en momentos de tanta incertidumbre y dolor. Uno también descubrió a gente que probó la fuerza del cariño y la amistad sincera en estos tiempos difíciles y gente que no. Y uno también descubre la preocupación inmensa por amigos que se han enfermado y que gracias a Dios se han recuperado.

Uno descubrió el dolor por el fallecimiento de personas que conocemos y que uno no se da cuenta cuánto quiere hasta que se da cuenta de la mala noticia. También nos dimos cuenta cuánta falta hace gente a nuestro alrededor y que resulta tan vital para nuestra cotidianidad, desde la señora de las frutas hasta la peluquera.

Uno aprendió a dar gracias a Dios por poderse despertar cada día, por poder ver el atardecer y por poder respirar. Uno aprendio a darle un enorme valor da un abrazo, a una llamada telefónica o a un chat con alguien que te escribe para interesarse por tu bienestar.

Uno aprendió a apreciar su trabajo, su salud, el poder oler, tener a su familia cerca y a gente entrañable que quiso hacerte una video llamada en tiempos de distanciamiento... mucho hemos aprendido estos meses y nos queda mucho aún por aprender. Sigamos cuidándonos de esta amenaza a nuestra salud. Solo en nuestras manos está.