El 23 de febrero, en Cúcuta, en la frontera entre Colombia y Venezuela, Juan Guaidó y sus seguidores intentaron concretar el colapso de la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional elegida democráticamente y reconocido como presidente interino por cerca de 60 gobiernos de todo el mundo, creía que al forzar la entrega de ayuda humanitaria a Venezuela, las Fuerzas Armadas abandonarían a Maduro y se unirían a su esfuerzo por una transición democrática. El resultado: algunas deserciones militares, pero no lo suficiente para derribar el régimen. Y la ayuda humanitaria que se necesitaba desesperadamente no pasó.

El 30 de abril, la marcha de la “Operación Libertad” encabezada por Guaidó tuvo ecos inconfundibles de lo sucedido en Cúcuta (así como la primera movilización masiva en enero). La idea era la misma: alentar a los niveles más altos de las Fuerzas Armadas a cambiar su lealtad de Maduro a Guaidó, esta vez yendo en forma desafiante a una base militar acompañada por el líder de la oposición y el mentor de Guaidó, Leopoldo López, quien había estado bajo arresto domiciliario.

El resultado fueron deserciones adicionales de la Guardia Nacional y, lo que es más importante, el jefe de la agencia de inteligencia nacional. Maduro incluso consideró necesario llamar a los colectivos, sus fuerzas paramilitares, para proteger el régimen. Pero, una vez más, la mayoría de los oficiales superiores cerraron filas y Maduro pudo mantener el control. Fue otro ejemplo de la resistencia de Maduro y otra decepción para la oposición. ¿Qué pasa después? ¿Quién prevalecerá, Guaidó o Maduro? Ambos están algo golpeados después de los últimos acontecimientos. Aún en pie, pero debilitados. Maduro pudo sofocar el levantamiento del martes y permanece en control efectivo, pero la fragilidad del gobierno quedó en evidencia. Y aunque Guaidó calculó mal y pudo haber estado más cerca de lograr su objetivo con una mejor preparación, no hay ninguna señal de que esté dispuesto a rendirse. Está decidido a mantener la presión y, hasta ahora, ha podido mantener unida a la oposición.

Es posible que ni Guaidó ni Maduro prevalezcan. La pregunta clave es cómo las Fuerzas Armadas interpretan lo que está sucediendo y qué están dispuestas a hacer en respuesta. Venezuela puede estar avanzando lentamente hacia un escenario en el que los militares se muevan hacia la toma del control total, sin Maduro, pero no necesariamente de acuerdo con los términos y el calendario (constitucionales) de Guaidó para una transición. Tal escenario traería una enorme incertidumbre, ya sea que Guaidó u otras figuras de la oposición sean incorporadas o no. Si bien es menos probable, los militares puedan fracturarse y desencadenar una situación más violenta y caótica, potencialmente con implicaciones regionales más amplias. Dada la opacidad de las Fuerzas Armadas es muy difícil predecir qué rumbo seguirían.

Bajo tal escenario, la dinámica dentro de los militares será decisiva. Pero la comunidad regional e internacional puede y debe desempeñar un papel de apoyo. Las Fuerzas Armadas deben ser presionadas para que avancen pacíficamente hacia un gobierno de transición, incorporando a destacadas figuras de la oposición.

Las negociaciones para celebrar elecciones libres y justas y para restablecer un gobierno democrático se llevarán a cabo dentro de un gobierno dirigido por los militares. Tales negociaciones, especialmente en lo relacionado a las amnistías, serán controvertidas. Y requerirán habilidad y tiempo para que den resultados.