El pasado fin de semana, desde el palco de los medios de información alternativos, observamos el descalabro de la tan anunciada y pomposa presentación en estreno nacional del proceso de elección de autoridades internas del partido Nuevas Ideas, cuyo resultado ha sido un bochornoso espectáculo puesto en estelar por todas las redes sociales; desastroso para un movimiento político que se autoproclamó como alternativa democrática para superar los vicios y fallas del partidismo tradicional.

En las redes recorren airadas acusaciones sobre: entrega de papeletas marcadas a electores, campañas electorales fuera de tiempo –con llamado al voto incluido- dentro y fuera de los centros de votación, inducción y coacción a electores por algunos candidatos ante las mismísimas urnas de votación, manipulación de huellas dactilares de incautos y desorientados electores de tercera edad; acarreo de votantes, acusaciones de aplicar “la rueda de caballito” -viejo método que data de los “tiempos de Conciliación” en la que electores recorren y votan fraudulentamente en distintos centros de votación-.

La relevancia de estas abultadas y numerosas irregularidades pone en tela de juicio la legalidad y legitimidad del resultado de ese proceso de elección de autoridades partidarias. En muchos casos las denuncias han sido publicadas por los mismos candidatos municipales, departamentales y del exterior, donde incluso se expresó el retiro de candidaturas del proceso. En otros lugares hubo demandas públicas de nulidad de elecciones como ocurrió en Mejicanos y en otras hasta manifestaciones de tensión, insultos, confrontación, que decantaron en expresiones de frustración y desencanto.

Este proceso interno ha estado marcado por el financiamiento oculto y discrecional a favor de un grupo selecto de candidaturas previamente elegidas por razones de familiaridad, amistad y compadrazgo por su principal líder. Las acusaciones cruzadas, desde redes de comunicación, sobre el uso ilegal de recursos del Estado representados por paquetes agrícolas, láminas, alimentos y tiempo laboral utilizado por algunos ministros y otros con altos cargos de gobierno para inclinar la balanza a favor de unos, hace evidente que, como lo señalan críticos de sus propias bases, “la selección desde el principio estaba determinada”.

Bajo la excesiva centralización, es fácil concluir que todo el proceso estuvo manejado desde Casa Presidencial y Cía, incluso la actuación de las mismas autoridades de la Comisión Electoral del partido, que dejaron al “rio revuelto” y al “sálvese quien pueda” el desenlace previamente determinado.

Han sido las mismas redes sociales el cuchillo para abrir y exponer los purulentos intestinos de un proceso “novedoso”. Es inocultable la “reserva natural” en la que se juntan la más selectas especies de “los mismos de siempre”, provenientes de la más rancias tradiciones conservadoras y oportunistas; arrastrando una selecta colección de “mañas” y prácticas antidemocráticas, solo diferenciadas por el engañoso envoltorio de un nuevo color. Lo único nuevo es el estupor de una ciudadanía frustrada ante los vicios políticos de siempre, que llevaron a que la proyección de la votación (según resultados de 29/49 actas) no sobrepase el 15% de sus electores.

Evidentemente no hubo una apuesta de Nuevas Ideas a establecer mecanismos de selección de candidaturas internas y de cargos públicos, asegurando idoneidad y probidad, sino relaciones de familiaridad y amistad; ni se garantizó el respeto al sufragio pasivo pues según las denuncias que circulan muchos afiliados fueron inducidos a votar por candidatos específicos (sí, los amigos y familiares); tampoco hubo un padrón incuestionable, elemento esencial para cualquier elección, además es visible la poca transparencia del proceso y la nula vigilancia externa; la nula beligerancia del órgano electoral del partido, incapaz de poner un alto ante las irregularidades; y menos, ningún control sobre los mecanismos de financiamiento hacia los candidatos permitiéndole mayor nivel de influencia a quienes más recursos disponen (propios o ajenos).

La necesidad de democracia interna en los partidos, trasciende fronteras, no es un problema exclusivo de nuestra realidad. Es urgente el aporte a una reforma que contribuya al rescate de la credibilidad y confianza sobre los partidos políticos. Tanto la renovación como el reciclaje de liderazgos partidarios, ameritan de sólidos mecanismos de elección y validación creíbles y transparentes, para los partidarios y para la sociedad expectante. Es urgente la adopción de la práctica del debate franco y abierto, inclusivo, participativo y democrático para decidir las políticas, estrategias, programas y planes de trabajo a seguir. El rumbo de los partidos no puede continuar siendo la pensada de un grupo de iluminados y menos la de ningún Mesías.