Las capas sociales menos favorecidas observan con recelo eternamente el cruel baile que cada cierto tiempo anuncia inclusión y bienestar para todos; esperanzas que se han tornado en amargas realidades al asumir las condiciones que son prácticamente una sentencia para generaciones enteras.

Y es que es difícil creer para cualquier ser humano que no tenga una misión o propósito en este mundo, puesto que todo tiene su razón de ser, de existir; aún es mucho más difícil que la misma sociedad y su sistema descarte personas por razones de no gozar de las mínimas oportunidades.

Un sistema que debiera tener un marco de solidaridad en el sentido y visión único de integrar, promover y hacer llegar a todos el aliciente concreto que puede modificarse las condiciones heredadas o actuales. No es una utopía, no lo es ni por un instante sino un fin en la persona misma por ende el término de individualidad solo puede emplearse en una práctica de propio impulso y proyección, no así en el contexto general.

Como un reflejo humano de respuesta al rechazo social viene la violencia, no como la única causa, pero si una de ellas, producida en cierta medida por la incompresión de esa invisibilidad e indiferencia. Estas mismas características “hermanan”, crean lazos reforzados de metal gregario que inducen a defender un territorio con miras a extender un poderío sobre lo que no se puede controlar y que los lanzó al lado del camino.

Es así como van fortaleciéndose y a la vez alejándose en la misma sociedad convulsionada, todos los que la vida colocó como si fuese por selección natural en el peldaño más quebradizo de la escalera. No resulta fácil admitirlo, existen muchos ojos que no quieren ver para ese lado oscuro pués es el recordatorio de que hay una enorme tarea pendiente que cada vez va tomando más formas de manifestarse en todos los aspectos de una presunta sociedad pujante.

Negar a ver lo que no se hizo sabiendo bien porque no se hizo, dando una explicación casi providencial como que los últimos serán los primeros, pero que irónicamente nunca estuvieron incluídos en ninguna de las políticas sociales acordadas que fueron magistralmente presentadas en proyectos preelectorales.

Ciertamente puede existir falta de voluntad en el reconocimiento de las raíces de una propagada violencia social, pués son enormes ya y pareciera un laberinto para empezar a tratarlas, evitar que sigan creciendo y tomando fuerza día a día.

Solo un trabajo lleno de solidaridad y compromiso podría ayudar a devolver la esperanza y sanar el alma flagelada de nuestros hermanos en los diferentes estados que se encuentra ya esta respuesta social. Una labor casi convertida en una misión enmarcada en la dignidad que como personas todos poseemos.