En estos momentos imagino que podemos considerar que vivir y sobrevivir son acciones o palabras que determina lo mismo, pero creo que podemos a partir de una visión más amplia determinar las diferencias que una y otra conllevan. Ambas opciones claro está tienen que ver con nuestra humanidad, la que ahora es amenazada por la pandemia del COVID-19, una enfermedad de baja mortalidad pero de alta viralidad en la población.

Independientemente, estamos en una cuarentena obligatoria y prácticamente en una parálisis forzada de la actividad económica esperando con ello contener el avance de contagios y lo que podría ser una súbita y enorme demanda del sistema de salud que a todas luces sería incapaz de soportar y a fuerza de imposibilidad convertirse la enfermedad en una causa de elevado número de muertes, por ello se nos ha dicho que todas las medidas son para garantizar la vida de los salvadoreños y que por esa vida, todo, que ya luego veremos cómo recuperamos lo perdido en los daños colaterales.

Aquí entonces entra el vivir, garantizar que cada persona en nuestras casas no muera, que no se contagie y que no contagie a otros en función de mantener la vida que es lo más valioso que podemos tener tanto en orden natural como en el orden de los derechos humanos, vivir y mantener la vida se vuelve prioridad pero ¿se mantiene ese principio aun y cuando con vida no logremos alcanzar el subsiguiente bienestar diario?

Aquí entra para mí el tema de sobrevivir, salir con vida de una adversidad es importante pero tan importante como que luego de estar vivo realizar que se necesita darle a ese vivo su alimento diario, su resguardo, su educación, su salud y su trabajo, cubrir sus necesidades y esto es bastante más complicado.

En qué deberíamos estar pensando entonces? En vivir o en sobrevivir? Yo me inclino por lo segundo ya que implica lo primero pero con la esperanza de pensar en que hay un mañana, que debemos seguir construyendo y que pese al número de bajas o pérdidas humanas la vida continua, por lo tanto eso nos daría suficiente motivación para sobreponernos y para tomar decisiones complejas pero con una visión de futuro, con conciencia que será importante la vida de los sobrevivientes para que estos no mueran por otras causas después de esta pandemia, porque nadie puede garantizar que salir bien librados de esta tendremos salud, comida, educación y empleo, desarrollo y recursos en los años siguientes, solo por haber quedado con vida, de ahí que pensar de forma tan cerrada bajo el temor de la muerte no nos permitirá sobrevivir con más tranquilidad.

Para sobrevivir, sin duda se necesita la fuerza generadora de empleo y producción, solo en maquilas y call center hemos congelado 50 mil puestos de trabajo, rubros que podrían perder contratos y tener más perdidas a futuro que por la misma pandemia de coronavirus, de ahí que un cierre paulatino, cercos epidemiológicos, controles estadísticos e información permanente pudieran hacer más contención que cerrar y encerrar a todos los pobladores al mismo tiempo, sin demeritar con ello que el concepto de distancia social es un salvavidas enorme y para nuestros recursos casi que la única opción para enfrentar la situación.

Sobrevivir implicará más que solo no enfermarse, implica levantar la economía, mejorar la tecnología, la competitividad y la educación para meternos efectivamente y rápido en lo que el nuevo mundo (después de la pandemia) nos ofrecerá como cancha de desempeño.

El Salvador necesita sobrevivir y solo es posible si tomamos decisiones que impliquen menos miedo y más ciencia, menos terror y más fe en el creador de la vida, con esa mezcla perfectamente podemos sacar de la crisis, la oportunidad.