Como buen optimista realista, creo que en una cuantas semanas habremos cerrado el capítulo trágico de del COVID19, con sus muertes y cuarentenas, cierres de empresas y estado de sitio….pero entonces, ¿Qué va a pasar?.... volveremos a abrazar a los amigos y amigas, iremos al estadio o a los cines, volveremos a nuestras rutinas y hábitos diarios, etc…, simplemente cerrando una triste página de nuestra historia: mi optimismo realista me dice que no.

Después del virus, tendremos que enfrentar una de las más serias crisis económicas, culturales y, probablemente políticas, de nuestra sociedad. El daño del pandemonio es tan profundo que sus secuelas estarán enraizadas en la sociedad salvadoreña por un largo tiempo y si le añadimos que el tipo de globalización construido en las últimas seis décadas ha mostrado claramente su incapacidad de enfrentar la amenaza global, vuelve aún más imposible que un país pueda evadir este impacto.

La reflexión anterior nos está indicando claramente que saliendo de una crisis, estaremos entrando en otra cuyo horizonte será o el de una recesión catastrófica de la economía mundial y de las relaciones internacionales, o de una reconstrucción humana de la actual globalización.

Estas son las dos alternativas que tendremos que enfrentar.

Hemos tenido epidemia por varios meses, lo que tendremos por delante es mucho más complejo y dilatado, pues tanto una crisis económica y politica siempre ha sido así, como la construcción de un nuevo ordenamiento nacional e internacional que ponga por delante al ser humanos y no al dinero, que nos permita movernos de una concepción antropocéntrica a otra más amplia, que sea biocentrica, es una tarea que tomara tiempos y esfuerzos incalculables.

¿Cómo lograr la segunda alternativa y no caer en la primera?, ¿Qué instrumentos sociales y políticos debemos emplear para lograrlo? Creo que son preguntas que debemos empezar a contestarnos desde ya y no esperar a que termine la peste. Creo también que debemos empezar por casa, es decir nuestro país; al respecto, obligado por la cuarentena cayó en mis manos un texto sobre “Pactos de la Moncloa”, su contexto, método, y consecuencias, y quede sorprendido de las similitudes con lo que estamos viviendo en El Salvador y en nuestro inmediato futuro.

En 1977, España vivía una situación económica muy delicada, había suspendido pago de deuda, padecía de inflación de más del 33%, los desempleados crecían mes a mes y cada semana se reportaban cierres de empresas, el país se acercaba a una profunda crisis. Por otra parte, apenas había empezado a dar sus primeros pasos en democracia después de las décadas del Franquismo; ese año se celebró la primera elección democrática en la que el presidente del Gobierno logró una alta votación; tanto el Presidente como sus principales asesores consideraban que para evitar el colapso era indispensable una reforma económica sustancial, pero que su para su viabilidad y efectividad no bastaba una simple mayoría legislativa, sino que era necesario el acuerdo de todas las fuerzas de la nación.

Este doble propósito se empezó a implementar apenas asumió el gobierno una vez electo, por un lado preparando un plan de reformas económicas con el objeto de dinamizar la producción y por otra parte, se fue acercando a todas las fuerzas políticas que constituían el Parlamento para invitarlos a un acuerdo.

Ante la propuesta gubernamental, los partidos de oposición respondieron presentando una serie de propuestas políticas y sociales que proponían fueran parte del pacto nacional. El 25 de octubre se dieron a conocer los resultados en un documento “Pactos de la Moncloa” que fueron firmados por el presidente del gobierno y por todos los Partidos, desde la derecha posfranquista hasta el Partido Comunista, incluyendo a los nacionalistas vascos y catalanes. El documento en su preámbulo afirmaba: “estos pactos recogen el fruto de una negociación entre las fuerzas políticas españolas, conscientes de que la grave situación española requiere un esfuerzo común construido a base del más auténtico patriotismo. Es un fruto, por tanto, de la toma de conciencia de nuestra decisión de anteponer los intereses comunes y de Estado a los intereses de partido”.

No hay duda que este Pacto, fue la base para la construcción y desarrollo de un España posfranquista moderna y democrática que culmino con el ingreso a la Comunidad Económica Europea en 1986.

No hay duda que el éxito de esta iniciativa responde a la voluntad de superar la crisis, tanto del gobierno de Adolfo Suárez como de todas las fuerzas políticas, de evitar un desastre económico y de contribuir al desarrollo del país.

Así mismo, como el mismo documento lo defina, esto supuso tanto para el gobierno como para los partidos, el anteponer los intereses de la nación a sus legítimos interese, por parte del presidente de continuar gobernando y de los partidos de obtener el mayor número de diputados y alcaldes en la elección.

Y en tercer lugar responde a la capacidad de los actores, de superar la práctica diaria de la disputa y el enfrentamiento ideológicos y sustituirla por una actitud de búsqueda del entendimiento y no la confrontación. Esto último no implica que las fuerzas abandonaran sus principios y políticas propias, sino que activamente buscaron los espacios en los que podrían converger en beneficio de la nación.

Si ellos lo lograron, también nosotros podremos hacerlo, especialmente, porque hemos ya demostrado que es posible lograrlo en el caso de las negociaciones que dieron fin a nuestro conflicto armado y sentaron el camino de la democratización.