Finalmente se definió. El presidente electo tomará posesión a las 9:00 am., en el parque Gerardo Barrios -tal como ha sido su voluntad- dando así oportunidad a cualquier persona para que asista a presenciar la ceremonia en vivo y participe del triunfo de la democracia demostrada por el pueblo salvadoreño.

En los días posteriores a la celebración del evento electoral, y previos a la toma de posesión, el presidente electo, tomando la iniciativa que consideró oportuna, realizó gestiones ente entidades nacionales y extranjeras que en ocasiones pudieron rendirle frutos a futuro, pero en otras, los resultados no fueron ciertamente exitosos.

Para el caso, la Universidad de El Salvador desarrolló una manifestación que se volvió violenta y causó daños materiales a bienes públicos y privados, y como resultado de ello fueron capturados algunos disociadores, a los que el ya electo pretendió proteger, disponiendo su liberación en el perentorio plazo de dos horas, lo cual fue ignorado por la autoridad (PNC) y fueron presentados ante los tribunales de justicia, dentro del plazo de ley.

En otro caso más serio y delicado, el futuro presidente ha prometido que dentro de los primeros cien días de su gobierno, traerá desde Nicaragua al expresidente Mauricio Funes a que enfrente la ley, ya que es reclamando por varios delitos cometidos durante su mandato, y por los cuales debe responder en nuestro país.

En ese caso, todo el mundo sabe que Funes ha recibido asilo político en aquella nación, y de hecho, el gobierno de Ortega, lo protege. Veremos entonces qué sucede con el ofrecimiento del futuro mandatario salvadoreño.

Sin embargo, más importante que lo hasta ahora conocido, son los problemas que nuestra nación padece como el desenvolvimiento del comercio, la industria, y el combate a la delincuencia, contrarrestar y combatir a las pandillas, el paso de las drogas, la recuperación de los territorios ahora controlados por las maras, volver habitable el país y recuperar la libre circulación de sus habitantes, sin limitación alguna, como sucedía en el pasado.

Muchas personas, solamente lo mencionan en voz baja, y en determinados corrillos privados, pero la realidad es que el temor de traspasar un territorio de una mara a otra no deja de ser una realidad terrible, en donde la población se juega la vida a diario. Y esa realidad ha llegado a niveles tales que afectan municipios importantes como el de Apopa o el de Panchimalco, en donde las pandillas impiden desarrollar actos esenciales en beneficio de las comunidades como son la recolección de basura, con los efectos negativos para la salud de los vecinos.

La preocupación de muchos es que el futuro mandatario nada ha dicho sobre la solución de estos vitales problemas, pero sí se ha proyectado hacia el exterior con visiones ilusorias sobre teorías turísticas del progreso de nuestro querido El Salvador.

Muchos estaremos de acuerdo de que nuestro país necesita cambios serios en su estructura. Un combate frontal a la corrupción se vuelve indispensable, pero para ello se requiere que los encargados de desarrollar esta labor sean personas diferentes a las que se encuentran involucradas en los hechos que llevaron al país a esta situación tan lamentable.

La oportunidad de sacar adelante a El Salvador en este momento, nos parece única, y por ello esperamos que la pared de acero que se estaría formando alrededor del presidente electo no logre consolidarse de tal manera que le impidan generar un gobierno de rescate nacional, con personas capaces y honradas y honorables.

Ciertamente no es fácil encontrar tres mil personas para integrar un gabinete, pero sí puede encontrar quince o veinte para los cargos más importantes. Todo está en la buena fe que lleve en su espíritu para gobernar y enderezar los mil entuertos que tiene el país.

Ya tenemos un expresidente, varios exministros y un exfiscal en el penal de Mariona, y a otro expresidente asilado en Nicaragua que no se puede acercar a El Salvador para no enfrentar cinco juicios por diferentes delitos.