En Guatemala, El Salvador y Honduras, los países que integran el Triángulo Norte de Centroamérica (TNCA), la violencia es tan cotidiana que incluso se naturaliza. Es tan generalizada, que amenaza a todas las personas; pero fundamentalmente es tan misógina, racista y clasista que se exacerba según el género, la edad, la etnia, la diversidad funcional y la capacidad adquisitiva de las personas.

Siendo así, la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer resulta pertinente en todo el mundo; y particularmente en los países del TNCA que se ubican entre los más violentos contra las mujeres y las niñas. Pero, para lograr erradicar este flagelo tan arraigado en nuestras estructuras sociales y de alcance multidimensional, la gran pregunta es ¿por dónde comenzamos?

Es crucial, en primer lugar, erradicar las causas que originan y reproducen la violencia contra las mujeres y las niñas. En este sentido, es vital y urgente el logro de la justicia económica, fiscal y social, de la mano de la justicia de género. Para ello es prioritario emprender acciones contra la desigualdad, la discriminación, los feminicidios y las distintas formas de violencia machista en lo económico, lo social, lo cultural y lo político. Todo lo anterior sin olvidar que deriva de un problema estructural y complejo como es la existencia de un sistema socioeconómico excluyente y patriarcal, que se reproduce y perpetúa gracias a las relaciones de poder y de desigualdad existentes.

En segundo lugar, la asignación de recursos presupuestarios que permitan cumplir los compromisos adquiridos por los Estados en esta materia. Lo contrario constituye violencia institucional, dado que un problema de semejante magnitud debe atenderse con acciones pertinentes, no con declaraciones de buenas intenciones y menos con medidas cosméticas.

La erradicación de la violencia contra las mujeres y las niñas exige impulsar acciones estructurales que cambien el modelo de sociedad patriarcal que actualmente rige en nuestros países. Para ello es necesario precisar ¿qué tipo de sociedad queremos y cómo podemos lograrla? Desde el campo de las leyes, las instituciones y políticas públicas, parte del camino se construye con el cumplimiento de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, dado que define la ruta para instaurar una sociedad inclusiva, transparente, democrática y que contribuya al desarrollo.

La otra parte se define desde el ámbito de las finanzas públicas. En los países del TNCA es impostergable una reforma fiscal integral, participativa y justa, en la que establezca: de dónde se obtendrán los recursos necesarios y suficientes para financiar y hacer realidad la sociedad que queremos y merecemos por derecho. Esto con la finalidad de erradicar todas las violencias que persisten en nuestras sociedades dado que, en contextos desiguales y misóginos, todas ellas afectan con mayor severidad a las mujeres y las niñas.

Los ciudadanos debemos sumarnos al reclamo que motiva el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y presionar a los Estados y gobiernos para que emprendan acciones efectivas y estructurales, como las ya mencionadas, que contribuyan a erradicar de raíz las distintas formas de violencia.

La erradicación de la violencia machista es un asunto de justicia, de derechos humanos y también de desarrollo; esto debido a que impone costos económicos, culturales, políticos, sociales y fiscales que afectan a toda la sociedad. En este sentido, esta lucha es un asunto público que debe ser atendido los 365 días del año con la prioridad que demandan los grandes temas de Estado.