Cihuatán (“el lugar junto a la mujer”, en nahuatl) es el parque arqueológico más grande del país con una extensión estimada en unos tres kilómetros cuadrados. Este 2021 cumple 45 años de haber sido declarado como monumento arqueológico nacional por la Asamblea Legislativa, y fue justo el 24 de mayo de 1976 cuando salió publicado en el Diario Oficial.

Cihuatán fue inaugurado como parque arqueológico en el año 2007, incluyendo el Museo Antonio Sol, con la participación de la Fundacional Nacional de Arqueología (FUNDAR), mediante un acuerdo de coadministración con el entonces Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (CONCULTURA), ahora Ministerio de Cultura.

FUNDAR inició actividades en Cihuatán en el año 2000. Los trabajadores del sitio lograban limpiar de malezas solamente una reducida zona del sitio, mientras que lo demás se llenaba de monte, que cada año fue incendiado por personas que buscaban leña y cazar los armadillos y garrobos de la zona.

El arqueólogo de FUNDAR, Edgar Cabrera, explica que Cihuatán está dividido en tres zonas principales: el centro ceremonial que está rodeado por una gran muralla (toda área era utilizada para rituales), la acrópolis que contiene un palacio y es una plataforma muy grande que sostiene varios edificios y la zona residencial.



El centro ceremonial abarca una pirámide principal, dos canchas de pelota y varias otras construcciones, incluyendo templos, y un edificio que se ha especulado servía como palacio y una plaza común.

Cabrera cuenta que ya que el parque es bastante extenso, deben monitorear la zona para que no se metan cazadores, pues pese a que hace dos o tres años se hizo una campaña de educación y concientización sobre el valor cultural e histórico de Cihuatán, a las personas que viven en las zonas aledañas, siempre hay ocasiones en que alguno intenta llegar a cazar y en las mismas deterioran el ambiente.

“Estos animales hacen cuevitas y se meten en las estructuras, (...) allí se meten y la gente va escarbando y va tirando las piedras y (supongo que sin querer) destruyen el patrimonio”, cuenta Cabrera.

Sobre el cuido del lugar ha valido mucho la cooperación de Estados Unidos, ya que a FUNDAR los ha hecho ganadores dos años consecutivos del reconocimiento del Fondo de los Embajadores para la Preservación Cultural, la primera vez mientras Mari Carmen Aponte fue embajadora y se les premió con $100, ooo para la restauración de la pirámide principal, y la segunda vez, fue cuando Jean Manes era embajadora, pero esta vez ganaron $200,000 con lo que restauraron entre cinco y seis estructuras.



Previamente al trabajo realizado, Cabrera recuerda que en el parque antes eran “cúmulos de piedritas que casi nadie quería ir a ver”.

“Ahora somos un parque que ya mejoramos las visitas, ya hay una mejor interpretación del visitante al conocer ya las estructuras restauradas”.

El arqueólogo recalca que es bastante la afluencia de visitas de viajes escolares.

Por lo que destaca su riqueza cultural y educativa.

“El parque arqueológico Cihuatán es un parque donde uno viene a aprender”.