Damaris Valle de Kanon, salvadoreña residente en Israel.


Damaris Valle de Kanon nunca va a olvidar cómo se estremeció todo cuando cayó un cohete en su vecindario en la ciudad israelí de Ramat Gan, cerca de Tel Aviv, la capital israelí. Minutos antes habían sonado las sirenas mientras paseaba a su hija Shayli, de cuatro años, en bicicleta.

Esta salvadoreña, con diez años en Israel, casada con un ciudadano de aquel país y madre de dos hijos, describe su experiencia en el conflicto palestino-israelí como “muy difícil y triste”.

“Yo salí con mi hija a comprar agua y unas medicinas. Salimos en mi bicicleta y al volver a casa sonaron las sirenas,¡Cuando yo pensé que todo se había calmado!”, relató en una entrevista con Diario El Mundo.
Justo sonaron las sirenas, y son segundos para pensar y actuar ¡Refugiarse! Es lo primero que pasa por la mente. Pero en ese momento, es tensión, y miedo, y yo solo pienso en mi familia y llegar a casa, pero sé también que seguir adelante es un riesgo”. Damaris Valle de Kanon, salvadoreña residente en Israel.

En ese momento, Damaris vio los carros detenerse y a todas las personas salir corriendo.

“Lo único que hice fue agarrar a mi hija, tirar mi bicicleta y seguir a refugiarme con ellos a un edificio, había un hombre en la entrada esperando y nos llamaba y nos decía “vengan, aquí hay refugio, era un refugio antibombas”, narra Damaris.

Damaris logró captar en vídeo cómo se vive la caída de un cohete del grupo palestino Hamás contra Israel, en una calle de Ramat Gan, cerca de Tel Aviv.



 

En Israel, en casi todos los edificios en la parte baja hay un tipo de sótano especial con una puerta de acero se llama, Miklat, es un refugio anti bombas.

“Es increíble, como de la realidad uno puede sentir estar en un juego de guerra, pero es real. Está pasando”, pensó Damaris, de 30 años y originaria de El Zonte, en La Libertad.

Como Damaris, muchas personas bajaron a refugiarse y cuando todos están ahí, cierran la puerta hasta escuchar las explosiones.

Así lucía el vecindario de Damaris tras la caída de un cohete de Hamas.


“Tuve que tapar los oídos de mi niña. Cuando escuchamos la primera explosión fue normal, entendimos que explotó en el cielo... la segunda igual, y la tercera que nunca voy a olvidar se sintió un temblor con una vibración al mismo tiempo y la explosión fue tan fuerte. ¡Fue muy cerca! No se podia ver casi, y lo que vi, era todo destruido, la gente gritaba, lloraban, pero el misil cayó en la calle, por suerte. Yo solo pensé gracias Dios mío, estoy viva, solo quería salir de ahí y correr hasta mi casa...”, comenta.
Creímos que había caído a nosotros en la parte de arriba, sentimos el olor a quemado y esperamos unos minutos pidiendo a Dios, salimos, vimos el humo negro y el alboroto de las ambulancias que venían por todos lados y los refuerzos soldados y policías al rescate, todo alrededor era negro y con olor muy fuerte del incendio que provocó la explosión. Estaba en shock, estaba temblando", Damaris Valle de Kanon.

Lamentablemente, una persona discapacitada murió porque desafortunadamente no pudo llegar a tiempo al refugio.

Ahí Damaris vio apartamentos, tiendas y boutiques destruidos completamente, carros quemados. El olor y la visión de la guerra.

El horror de la guerra, captado desde el celular de Damaris.


Esta salvadoreña ya había pasado por el conflicto de 2014 pero ella visualiza la situación actual como más preocupante. Centenares de cohetes han sido lanzados por el grupo terrorista Hamas a poblaciones israelíes, mientras que Israel ha respondido con bombardeos. Ambas partes reconocen docenas y hasta centenares de víctimas.

El temor nocturno


Para Damaris, su mayor temor es en la noche: “Cuando vamos a dormir y escuchar las sirenas otra vez, el miedo te invade, de pensar de que alguno de esos misiles puede caer sobre nosotros”, dice.

“Es mucha tensión porque es algo que puede suceder en cualquier momento, tener que correr hacia las escaleras y ver a los vecinos sacando sus mascotas y taparse los oídos clamando a Dios. ¡Es un alboroto! Es correr por tu vida, despertar a los niños y llevarlos al refugio…”, describe Damaris.

Ella personalmente ha conocido a víctimas de los cohetes de Hamas, por ejemplo, una maestra, madre de un niño de cinco años, a quien describe como “una persona muy dulce”. A esta mujer no le cayó bomba, pero cuando escuchó las sirenas corrió y cayó de la gradas cuando llevaba a su hijo al refugio, se golpeó la cabeza y tuvo muerte instantánea.

“Es muy triste la verdad, a causa de lo que estamos viviendo”, se lamenta.

Desde su ventana, Damaris logró documentar un vídeo nocturno desde su ventana, donde se ve un cohete explotar en el aire, gracias a que fue interceptado por la defensa antiaérea israelí.

 



La tension se percibe en el ambiente, las autoridades israelíes instruyen a la población civil de cómo protegerse ante los ataques, les dicen que hay que acatar todas las normas, que hay que estar atentos, pero lo que es peor: “a veces los terroristas de Hamas avisan a las horas que nos van a bombardear”, dice molesta Damaris.

“Las autoridades Israelíes, la prensa o noticias nos envían la información y tenemos que estar despiertos odormir en los refugios porque aveces nos atacan a media noche o al amanecer...

Ellos también nos protegen con la famosa herramienta de defensa, llamada, Cúpula de hierro, su misión es interceptar los misiles en el aire y destruirlos”, explica.

 

Los hijos asustados y confundidos.


Damaris junto a su esposo Oren y sus hijos Lior, de nueve años y Shayli, de cuatro.


La vida familiar y la rutina diaria se han transformado con el conflicto. Damaris está casada con Oren, un ciudadano israelí que conoció en El Salvador cuando vino a surfear a El Zonte, ahí nació el amor.

Ahora es madre de dos hijos, un niño de nueve años Lior y una niña de 4, Shayli.

“Ellos están asustados y confundidos, y nos preguntan ¿por qué tener que correr? ¿por qué refugiarse? ¿Porqué suenan tan fuerte las sirenas? ¿Por qué no poder salir? Ellos no logran entender lo que sucede”, dice Damaris.

La cotidaniedad también se ha visto afectada. Hay que hacer las diligencias laborales y personales lo más rápido posible: “Trato de hacer todo rápido y volver a casa, no quiero dejar solos por mucho tiempo a mis hijos”, afirma.

Se han acabado los grandes eventos, el fútbol, bodas o cumpleaños, incluso un evento en la Universidad Hebrea de Jerusalén de las embajadas latinoamericanas, donde planeaban llevar pupusas, fue suspendido.

Pese a todo, Damaris no tiene queja de su vida en Israel, tiene trabajo y aunque extraña mucho a sufamilia en El Salvador, dice que le va muy bien allá.
Amo la gente y la comida, amo la diversidad de culturas. Yo vine acá porque me casé con un israelí, las cosas no iban muy bien en El Salvador en aquellos años. Decidí formar una familia, salí embarazada y no quería que mi hijo creciera en medio de tanta violencia, yo crecí en un lugar donde habían pandillas, en Sonsonate y era muy feo, matanzas y violencia. No quería eso para mis hijos así que decidimos tener a nuestro bebe acá y seguir nuestras vidas en este país”, relata Damaris.

Irónicamente, ahora piensa en volver a El Salvador: ¡Extraño todo allá! Ahora las matanzas son acá ¡Es increíble!”, dice.

Y en medio de toda aquella conflictividad, Damaris especialmente quisiera estar en El Salvador, en la playa: “Olvidarme de las guerras y tener paz y una horchata de coco para disfrutar. Espero en Dios esto termine pronto”, se despide.