24 de Marzo de 1980: Así fue el asesinato de Monseñor Romero
Domingo 24, Marzo 2024 - 6:00 AM
Óscar Arnulfo Romero fue asesinado mientras oficiaba misa hace 44 años. Su figura emergió como un símbolo de la lucha contra las injusticias y fue elevado a los altares por la Iglesia Católica, el primer salvadoreño en ser reconocido como santo.
Un disparo al corazón acabó con la vida del arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, un lunes 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba misa a eso de las 6:30 de la tarde en la capilla del hospital La Divina Providencia.
Todo fue confusión y nadie pareció ver de dónde vino el disparo. Al desplomarse, hubo exclamaciones y gritos. La bala penetró al nivel de la cuarta costilla y no presentaba orificio de salida.
"Cuando entramos a la Iglesia, el arzobispo se mostraba alegre y locuaz”, declaró la señora Consuelo de González, quien había asistido a la misa que Romero celebraba la misa por la señora Sara Meardi de Pinto, en el primer aniversario de su muerte.
"Platicaba con toda la gente, pero había algo raro en él que nunca había visto, se diría que presentía lo que iba a ocurrirle”, agregó González, según recogió la edición de Diario El Mundo del 25 de marzo de 1980.
La señora, que asistía a la última misa oficiada por Romero, dijo que él estaba en el momento de la consagración cuando "se vieron luces y casi inmediatamente se oyó una gran detonación, cayendo el arzobispo mortalmente herido”.
"Me eché al suelo junto a otras personas”, relató.
(Monseñor Romero echaba sangre por boca y nariz. La madre Juanita mantuvo su cabeza entre su regazo y retiró la estola de su cuello”. Consuelo de González, testigo del asesinato.
El prelado fue llevado de inmediato a la Policlínica Salvadoreña pero falleció en el camino. "Todo fue tan sorpresivo. De repente lo vimos caer, se escuchó una pequeña detonación”, relató una religiosa.
El domingo anterior, Romero había hecho un dramático llamado para que cesar la violencia.
"En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!”, subrayó.
El papa Juan Pablo II dijo que su ánimo "estaba traspasado de dolor y aflicción”, por el hecho.
"No puedo menos que expresar mi más profunda reprobación de pastor universal ante este crimen execrable que flagela la dignidad de la persona, hiere en lo más hondo la conciencia de comunión eclesial y de quienes abrigan sentimientos de fraternidad humana”, dijo el pontífice ante el crimen.