En estos días ha habido una gran polémica por un edificio que en pleno Paseo Escalón fue clausurado porque no construyó aceras. El escándalo empezó en redes sociales y terminó con una clausura abrupta de la construcción. La alcaldía capitalina dijo después que la constructora no cumplió con los planos aprobados, donde se supone que había aceras, y que estaba en conversaciones con ella para las modificaciones correspondientes.

Más allá de esa controversia puntual, hay que decirlo claramente. Nosotros vivimos en una ciudad sin aceras, en un país donde el peatón no tiene derechos. Donde las personas tienen que caminar entre carros, buses, motos y cunetas, porque las aceras para peatones simplemente no existen o están ocupadas por vehículos y negocios de todo tipo.

No sé cuántas veces me he arriesgado a caminar bajo la amenaza de ser atropellado. Aquí en la zona del centro capitalino, por ejemplo, los buses y microbuses pasan a centímetros de cualquier ser humano que camina por la orilla de la calle porque las aceras están ocupadas.

Pero sucede en todos los municipios del área metropolitana y parece una costumbre que las constructoras no dejen espacio para aceras aún en las zonas residenciales. Simplemente los peatones no tenemos derechos, solo los carros. Triste, pero cierto.