Zenaida Sorto arremolina la tierra negra con las manos. A un lado tiene unos tizones humeantes para espantar los zancudos que no dan tregua ni bajo el ardiente sol del mediodía. Sorto junto a sus compañeras trabajan en la preparación de las pequeñas macetas plásticas para sembrar luego las semillas de mangle. “Me gusta la naturaleza, me gusta reforestar”, dice la mujer sonriendo mientras se seca el sudor de la frente.

Oriunda de La Unión, casi 300 kilómetros de su vivienda actual, se unió hace siete años a la Asociación de Desarrollo Comunal de Mujeres de la Barra de Santiago (AMBAS), uno de los socios locales de Banco Davivienda con quienes trabaja para el rescate y reforestación del bosque de mangle en la Barra de Santiago, Ahuachapán.

AMBAS, creada en el año 2000 por Rosa Aguilar, trabaja en la reproducción de tortugas y restauración del humedal, uno de los siete sitios catalogados como Ramsar por el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN).

“Ya es gran ayuda para nosotros”, añade Priscila Ochoa, que junto Sorto también prepara las bolsas de tierra. Cuando no hay ningún proyecto, Ochoa, madre soltera de una adolescente de 13 años, trabaja limpiando terrenos en la playa o lavando ropa para llevar el sustento a su hogar, pero, asegura, prefiere dedicarse a la labor de restauración del bosque.

“Lo que me gusta a mí, cuando nos dan el pago de esto, compramos algunas cosas que nosotras necesitamos en el hogar”, añade con voz humilde Sorto.

La Barra de Santiago es un área natural protegida que cuenta con más de 11,500 hectáreas de extensión, incluyendo un bosque manglar. / Francisco Valle
La Barra de Santiago es un área natural protegida que cuenta con más de 11,500 hectáreas de extensión, incluyendo un bosque manglar. / Francisco Valle

Pulmón biológico.

Los sitios Ramsar son humedales de alta biodiversidad biológica donde se refugian varias especies de flora y fauna, algunas incluso en peligro de extinción. Estas zonas son sumideros de dióxido de carbono, uno de los compuestos responsables del cambio climático que el ser humano más emite a la atmósfera.

La Barra de Santiago es también un corredor económico de pesca artesanal, la principal actividad con la que los pobladores sobreviven. Pero cuando hay veda, todo está varado. “Si estamos en este proyecto, no nos preocupamos mucho porque sabemos que, cuando pagan, compramos nuestras cosas”, añade Sorto.

Este bosque salado fue arrasado por una tormenta en 1980 y, posteriormente, los pobladores construyeron un acceso hacia la costa que dañó la composición hidrológica del lugar y los mangles dejaron de crecer, explicó Luis Quintanilla, biológico de AMBAS.

Esto derivó en la expansión de un arbusto conocido como “costilla del diablo”. “Cubrió todo el terreno y ocasionó que no hubiera espacio de que ningún animal circulara, entonces la primera medida de restauración fue eliminarlo”, añadió.

La Barra de Santiago tiene 80 hectáreas de mangle, de las cuales 25 no se regeneran naturalmente y requieren intervención humana.

Además de ser fuente de ingreso para los pescadores, el manglar es un hogar para vida silvestre.  / Francisco Valle
Además de ser fuente de ingreso para los pescadores, el manglar es un hogar para vida silvestre. / Francisco Valle

Alianza con la “vida”.

Davivienda Seguros, exclusivamente con su póliza de Seguro de Vida Verde, se convirtió hace cinco años en un socio perenne de AMBAS.

Esta alianza consiste en que la aseguradora, parte del holding del cuarto banco más grande de El Salvador, destina un 1 % de los ingresos de la póliza al financiamiento del proyecto de restauración. A la fecha, ha intervenido 6.2 hectáreas del bosque manglar.

La financiera estima que se han sembrado más de 17,000 árboles de mangle, que equivalen a 1,232.8 toneladas de gases contaminantes y se ha traducido en beneficios económicos para 385 familias de la zona.

Seguro Vida Verde nació con el “chip ambiental”. Primero se apoyó la reforestación el Zanjón El Chino, en San Francisco Menéndez, Ahuachapán; el Parque Walter Thilo Deininger, La Libertad; y el Eco Parque El Espino. En 2010 hizo un giro de timón para restaurar los bosques salados para “salvaguardar nuestro ecosistema”, dijo Sabina Ayala, coordinadora de Sostenibilidad de Davivienda.

El proyecto se trabaja junto a la Fundación Empresarial para la Acción Social (Fundemas) y en 2020 se sumó la Agencia de Cooperación Alemana para el Desarrollo (GIZ), a través de su programa Biodiversidad y Negocios, que le ayuda a implementar un plan de acción y medir los resultados.

Cangrejos, camarones, peces y cocodrilos son parte del ecosistema del mangle, donde la asociación ha documentado también con cámaras ocultas que el bosque es hogar para especies en riesgo como caimanes, gatos zontos, garza y nutrias.

En cada hectárea se siembran hasta 4,000 mangles, con un costo promedio de $1.50 por planta, detalló Luis Quintanilla, de AMBAS. / Francisco Valle
En cada hectárea se siembran hasta 4,000 mangles, con un costo promedio de $1.50 por planta, detalló Luis Quintanilla, de AMBAS. / Francisco Valle

Sitios Ramsar, la primera barrera viva

Estos sitios fungen como una barrera rompe vientos y contribuyen a la fijación de carbono, más que los bosques continentales.

1.- ¿Cuántos hay?

El MARN ha declarado siete: la laguna El Jocotal, la Bahía de Jiquilisco, el embalse Cerrón Grande, la laguna de Olomega, y los complejos Güija, Jaltepeque y Barra de Santiago.

2.- Mangles.

El límite para determinar el ecosistema de un manglar es la marea, es decir, hasta dónde llega el mar. En la Barra de Santiago hay 80 hectáreas del bosque.

3.- Vida silvestre

Son zonas que refugian gran diversidad de flora y fauna. AMBAS ha documentado que hay especies en riesgo, como caimanes, gatos zontos, garza y nutrias.

4.- Ingresos

El manglar es una zona de pesca, la principal actividad de ingresos en la Barra de Santiago. Con el apoyo de Davivienda, desde 2020 se han generado 60 empleos, sobre todo para mujeres.