Desde hace mucho que no se miraba un estadio tan lleno para apoyar al equipo de Gobierno. Llama la atención que el jugador estrella es el presidente del equipo. La gente vuelve a estar ilusionada. Incluso se aplaude cuando el equipo pierde la pelota o comete faltas harteras. ¡Ay de aquel analista que diga algo en contra del equipo! La euforia luego de los primeros minutos de juego se hace notar. Es un equipo pequeño, pero del cual se habla en todos los canales de deportes a nivel internacional, particularmente por cómo ha logrado, de manera tan rápida, que su hinchada lo apoye de esa manera. Cuando parecía que todo iba bien –al menos eso era lo que se mostraba en las pantallas de televisión y del celular– sucedió lo inesperado: un autogol. La comunicación – el fichaje estrella y quien hace la mejor dupla con el presidente– falló.

Inmediatamente se pide que se revise la jugada. Momentos de desconcierto en el terreno de juego, empieza a existir inquietud en las gradas. El silencio impera. Llegan las imágenes de la repetición, en las que se observa cómo en un primer momento uno de los defensas hace un gesto a sus compañeros indicando que no pasa nada, pero al minuto siguiente toma una parte del césped y –en la imagen borrosa– parece una ¿alga?, pero vuelve a insistir que no pasa nada; sin embargo, en la siguiente acción resulta que al momento del despeje la pelota pega en el alga y ¡gol! ¡Pero en propia meta!

El equipo está desconcertado. La reacción del entrenador es mandar a todo el equipo al ataque para contrarrestar el autogol. Pero de repente aparecen escenas de caos, porque han entrado a la cancha desde el encargado de seguridad del estadio, con armas incluidas, hasta el responsable de las finanzas del equipo. La imagen es clara, todo el equipo está unido para amenguar esa sensación que provocó el autogol que hizo historia, aunque todos tenían idea de qué estaban haciendo ahí.

Sí, seguramente a estas alturas, ya las algas me delataron. Y dejando de lado la frivolidad de asemejar un partido de fútbol a lo que pasa en el país, –sí, no tiene ninguna gracia–. Creo que es importante poder sacar algunas reflexiones de lo sucedido.

Primero, qué bueno que se empiece a aceptar que los funcionarios públicos no son superhéroes, sino humanos con aciertos y desaciertos. Pero también con responsabilidades; por lo que es fundamental aceptar lo antes posible, los errores que se cometen. Gobernar El Salvador, en las condiciones que se encontraba no sería nada fácil, pero esa no es una sorpresa, ¿no? Por eso era tan importante contar con un plan y un equipo para implementarlo.

Creo que este gobierno tiene las condiciones para “hacer historia”, como han ofrecido. Cuenta con un capital político de gran calado, una enorme maquinaria de comunicación, unos funcionarios bien cohesionados, una buena capacidad de negociación y un respaldo ciudadano abrumador, capaz de tolerar cosas que no hubiera tolerado en otras administraciones. La pregunta que deben responder entonces es ¿cómo quieren pasar a la historia? Como un gobierno que fue capaz de sortear la coyuntura o un gobierno que empezó a dar respuestas a los problemas estructurales.

Por ejemplo en el tema del agua, quieren ser recordados únicamente como el gobierno que cuando había una contingencia, ponía a todas las instituciones públicas para repartir agua embotellada privada o como el gobierno que realizó un manejo integral del recurso hídrico – sí también será necesario la intervención de buena parte de las instituciones públicas–, con los recursos financieros que eso implica. Donde además acuerpó una Ley que garantiza el agua como derecho humano y donde no hay vestigios de privatización, particularmente, por cómo quedó conformado el ente rector.

En educación, hace poco se anunció el Plan Estratégico de Educación 2019-2024, donde, la Ministra, con una dosis de sinceridad planteó que el financiamiento será uno de los desafíos para cumplirlo. Pero ese desafío también aplica a la salud, seguridad, pensiones y un gran etcétera.

Luego de seis meses en el poder, espero que este gobierno reconozca la urgencia de consensuar una Agenda de País, que vaya más allá de su periodo de gobierno. Que podamos plantearnos cuál es la sociedad en la que queremos vivir, cuánto cuesta y cómo la vamos a financiar. Esa es la mejor forma de pasar a la historia. De lo contrario, aun cuando la comunicación sea el mejor jugador, los autogoles seguirán apareciendo.