Durante las últimas semanas en nuestro país abundan los casos donde se evidencia el daño que ha hecho y sigue haciendo el machismo y su cultura patriarcal a nuestra sociedad. Cada día existen abundantes casos, muchos de ellos virales por medios de las redes sociales y algunos que alcanzan cobertura en prensa, radio y televisión. En El Salvador se reflejan y evidencian diversas formas de masculinidad, pero se distingue la hegemónica dentro del aspecto sociocultural.

Lastimosamente este poder machista nos enseña en las comunidades, barrios, colonias, cantones, caseríos, escuelas, momentos de ocio, que hay un patrón de macho que los hombres salvadoreños debemos seguir y no debemos de romper, es un mandato.

Los mandatos son aquellas cosas que me han dicho a mí que debo hacer como hombre, de esos ejemplos más cotidianos en nuestra sociedad están : los hombres no deben llorar, si le pegan usted se defiende o sino yo le pegaré, por una mujer no debes de llorar, nadie te puede tocar, al hombre se le respeta, etc. Pero de igual forma, a los hombres desde chiquitos se nos dan “prohibiciones” como: los hombres no debemos de hacer oficio en la casa, jugar con muñecas, expresar las emociones, renunciar a la venganza, ir al mercado, para mencionar algunas.

Estos mandatos y prohibiciones en nuestro proceso de crecimiento y nuestro entorno forman la creencia que debemos de defender con violencia la masculinidad. Los padres de familia debemos de comprender y se nos debe de enseñar que cuando a los hijos varones se les reprime sus emociones desde la infancia estamos ante una bomba de tiempo, que comenzará a generar problemas desde sus relaciones de noviazgo, luego en su futuro matrimonio y ante la sociedad.

Los roles y estereotipos machistas se venden como exitosos, pero será hasta que este hombre sea verdaderamente libre del machismo que podrá experimentar una vida plena.

En El Salvador la violencia de los hombres se expresa en tres vías: violencia de hombres hacia otros hombres (homicidios y lesiones) violencia de hombres hacia la mujer (feminicidios) y de los hombres hacia ellos mismos (suicidios); cuando una sociedad trabaja y educa a sus hombres, las tasas de homicidios y otras tipologías delictivas comenzarán a disminuir de manera sostenida.

Los hombres en El Salvador no tenemos formación ni educación adecuada y oportuna; un porcentaje muy alto de familias salvadoreñas están en problemas por que sus padres están divorciados o separados, y tanto niños y niñas tienen padres ausentes. Estas familias esperan que la Escuela o la Iglesia hagan su papel; ¿qué pasaría si en nuestro país nosotros los padres diéramos un cambio y fuéramos papás más afectuosos, responsables, cercanos, involucrados en el proceso de enseñanza-aprendizaje, si nos preocupáramos e involucramos genuinamente por cómo va su vida y no en solo proporcionarles cosas materiales y alimento? sería una gran bendición y habría transformación social, menos adicciones, menos delito, menos privados de la libertad en las cárceles, menos pobreza, más desarrollo, una vida plena para muchas mujeres, tendríamos familias fuertes y por ende una sociedad en desarrollo. Trabajemos en los procesos de educación para formar en procesos de nuevas masculinidades a los niños, adolescentes y hombres a todo nivel. Aún es tiempo de restauración.