¿Hablar del presupuesto público? ¡Qué aburrido! Igual eso es algo que solo le debe interesar al Ministro de Hacienda, al presidente, a los diputados o a los economistas ¿a mí por qué me debería importar? Estas pudieran ser algunas de las reacciones cuando escuchamos del presupuesto. Porque en el imaginario se ha construido la idea de que el presupuesto es una cuestión técnica y por lo tanto hay que dejárselo a los que “saben”. Lo cierto es que ese presupuesto público se financia con lo que pagan todas las personas por medio de sus impuestos.

Es decir, hablar del presupuesto es hablar del dinero de todas las personas. Pero además, es ahí en donde se plasma la posibilidad o no, que sus hijos e hijas tengan educación, que cuando usted vaya a un centro de salud tenga medicina, que cuando abra el chorro en su casa caiga agua potable, que el puente o camino por donde transita esté en buenas condiciones o que en el lugar que usted vive haya seguridad. De eso trata el presupuesto, de garantizar derechos, de asegurar que todas las personas tengan acceso a bienes y servicios públicos de calidad.

En el presupuesto público es donde se refleja la política fiscal de un país, al evidenciar quiénes pagarán impuestos y cuánto, así como quiénes se beneficiarán del gasto público y quiénes no. Y es en el presupuesto donde el discurso político se transforma en acciones concretas o simplemente se queda en demagogia, pues ahí se plasman las prioridades de un Gobierno a partir de los recursos que se asignan a las diferentes esferas. En septiembre, más importante incluso que la celebración de la independencia o la compra de donas, es que el Ejecutivo entrega a la Asamblea Legislativa el proyecto de presupuesto para el siguiente año. Las expectativas para el presupuesto de 2020 eran especialmente altas, al ser el primer presupuesto elaborado por esta nueva administración.

Aunque todavía es temprano para hacer análisis exhaustivos sobre este proyecto de presupuesto, es importante tener en cuenta algunos elementos. Por ejemplo, para conocer si se les han aumentado o recortado las asignaciones a las instituciones, lo mejor es comparar el proyecto de presupuesto 2020 con el presupuesto que está vigente a la fecha y no con el presupuesto que se votó para 2019, porque en el transcurso del año se van haciendo modificaciones. Para muestra un botón: para 2020 se propone para el ramo de agricultura y ganadería una asignación de USD63.3 millones, el presupuesto votado para 2019 fue de USD66.6 millones, pero el presupuesto vigente (con modificaciones) a agosto de este año es de USD71.7 millones; esto significa que el recorte en realidad será de USD8.4 millones y no de USD3.3 millones, si se comparara con el votado.

Otro elemento a tener en cuenta es que, además de comparar las variaciones en millones de dólares, también se hagan como porcentaje del PIB, pues esto permite saber cómo varían las asignaciones presupuestarias respecto a los cambios en toda la economía. Por ejemplo, en educación para 2020 el presupuesto sería de 3.75% del PIB, pero el vigente para 2019 es de 3.73% del PIB, lo que significa que el incremento es de solo 0.02 puntos porcentuales.

En un contexto social tan complejo es muy positivo que se prioricen incrementos a carteras como Educación y Salud, teniendo el gasto social más alto de por lo menos las últimas dos décadas. Pero, lastimosamente seguiremos sin contar con un presupuesto por resultados, que le permita a la ciudadanía saber cuáles son las metas que se comprometen a cumplir las instituciones el próximo año con el dinero que se les asignará. Por cierto, ojalá que este sea el último presupuesto que se elabora sin abrir espacios para que la ciudadanía pueda participar en su diseño y definición.

Ahora que el proyecto de presupuesto está en la Asamblea Legislativa, es fundamental que su discusión sea abierta, transparente y madura, que se abran espacios para que los distintos sectores puedan dar su opinión. Y que en el debate se discuta sobre cómo avanzar hacia la sostenibilidad de las finanzas públicas, pero, más que todo, sobre cómo hacer que el presupuesto dé respuestas concretas y satisfactorias a los principales problemas de la población. Al final, para eso es que debe servir el presupuesto de una nación.