Manuel Antonio, era un profesional, de 42 años de edad, que en mayo pasado murió en un accidente de tránsito en la Autopista al Aeropuerto. Su cadáver fue rescatado entre los hierros retorcidos de su vehículo. Lo que quedó intacto fue su teléfono celular, el cual al revisarlo dejó establecido que la víctima iba conduciendo y chateando al mismo tiempo cuando ocurrió el accidente.

María Esperanza, era una maestra, de 35 años de edad, que se dirigía hacia Armenia procedente de un hospital tecleño donde había cuidado a su hijo enfermo, cuando en marzo pasado se salió de la carretera a Los Chorros y su vehículo fue a parar al fondo de una barranca, muriendo en el acto. Su teléfono arrojó como evidencia que iba chateando mientras conducía.

Raúl Enrique, era un ingeniero en sistemas, de 38 años de edad, falleció en febrero pasado tras estrellar su automóvil contra un poste del tendido eléctrico en la carretera del Litoral, cerca de Usulután. Al revisar su teléfono la Policía detectó que iba hablando por teléfono en el instante del percance.

El fin de semana pasado, Juan Francisco, un taxista pirata, de 29 años, atropelló a una señora de unos 50 años, a un costado del Hogar del Niño en el barrio San Jacinto de esta capital. Como cosa curiosa, la mujer, que resultó con un brazo roto, se cruzó la calle imprudentemente mientras iba hablando por celular, pero también el conductor hablaba por teléfono mientras conducía.

Los cuatro casos solo son tristes ejemplos de los graves riesgos que se corren cuando imprudentemente se habla por teléfono o se hace uso de las redes sociales mientras se conduce. La gente se ha vuelto adicta al uso del teléfono. Mi amigo Marvin Portán, un destacado psicólogo, me explica que las personas se sienten desnudas sin teléfono. Si alguien se fue a su trabajo y olvidó el teléfono en casa, es capaz de regresarse para recogerlo o se la pasa contrariada en su trabajo.

La gente debe ser más responsable. El consejo convencional es “si maneja no beba”, pero ahora debe hacerse extensivo a “si maneja no use el teléfono”, salvo en rarísimas circunstancias como reportar un evento a los teléfonos de emergencia o pedir ayuda.

El Reglamento de Tránsito contempla como falta grave hablar o mandar mensajes por teléfono (hacer uso de las redes sociales) e impone una multa de $57.14 al conductor, sin embargo las mismas autoridades de Tránsito aceptan que a muchos no les importa y siguen cometiendo el atentado de hablar al tiempo que conducen.

A diario vemos a decenas, cientos o miles de conductores haciendo uso del teléfono celular. Los mismos conductores de autobuses y microbuses se burlan del reglamento al hablar cuando se les antoja la gana mientras conducen y exponen a sus pasajeros. Muchos accidentes del transporte colectivo con resultados fatales se han debido a la temeridad de los choferes que irresponsablemente hacen uso del teléfono al conducir.

La sanción es muy baja. Se debería incrementar el monto de la multa y sancionar con al menos seis meses de suspensión de la licencia a los conductores que sean detectados hablando mientras conducen. Nada cuesta hacerse a un lado, estacionarse unos segundos y hacer o contestar una llamada si es una emergencia. La adicción al teléfono es un atentado para los conductores, pasajeros y todos en general. He visto a policías, soldados y agente de seguridad privada ensimismados al estar hablando o haciendo uso de redes sociales mientras supuestamente patrullan para brindar seguridad.

En la vida cotidiana es de mal gusto y una falta de respeto, por ejemplo, acudir a reuniones y estar hablando o mensajeando mientras alguien dirige la palabra. Las personas debemos saber escuchar y para ello, salvo en ocasiones de estricta necesidad, hacer uso del teléfono.

Es tal la adicción al teléfono y a las redes sociales de muchas personas, que prefieren dejar de comer, pero andar saldo para hacer llamadas o mensajear o navegar. Tan peligroso y dañina es esta adicción que los científicos del mundo ya la consideran una nomofobia o enfermedad psíquica con daños irreversibles de orden psicosomáticos.

Si maneja no hable por teléfono ni haga uso de las redes sociales. Si estudia o trabaja no haga uso de los celulares, salvo que su trabajo lo requiera o en extrema necesidad. La adicción al teléfono y a las redes sociales es una enfermedad que puede evitarse.