En los tribunales se celebra por estos días el proceso judicial contra cuatro mujeres y tres hombres en un sonado caso denominado “Las Viudas Negras”, se trata de una banda que reclutaba humildes mujeres que bajo amenazas eran obligadas a casarse con hombres incautos a los que instaban a adquirir seguros de vida, para luego asesinarlos y cobrar esos seguros.

Conforme se van conociendo detalles de estos crímenes, queda clara la planificación perversa de los hechos, incluyendo la ejecución de las víctimas. Algunas de las mujeres fueron también víctimas ya que quedaron atrapada en una red esclavizante que incluye amenazas de pandilleros.

Más allá de los detalles morbosos de estos hechos criminales, este proceso debe llamar la atención sobre cómo ha permeado en algunas personas en el país la cultura de la muerte, la ausencia del más básico respeto a la vida humana.

El papa Juan Pablo II acuñó el término “cultura de la muerte” para referirse a una mentalidad, a una manera de ver al ser humano y al mundo, que fomenta la destrucción de la vida humana más débil e inocente, una cultura contraria a la solidaridad.

La codicia, la ambición desmedida, la perversidad absoluta en este caso son escalofriantes y deben motivar una honda reflexión en nuestra sociedad.