Ha tenido que ocurrir una nueva crisis migratoria con miles de menores no acompañados para que Estados Unidos designe a un Enviado Especial para los países del Triángulo Norte y además, se encargue a la vicepresidenta Kamala Harris de los problemas de la frontera.

El nombramiento de Ricardo Zúñiga como Enviado Especial para el Triángulo Norte, con el objetivo de “mejorar las condiciones en Centroamérica” y fomentar “más cooperación para implementar la estrategia regional de esta administración para el manejo de la migración”, fue anunciada por el Secretario de Estado, Antony Blinken.

Por supuesto que es positivo que Estados Unidos designe a un diplomático del nivel de Zúñiga para la región, un amplio conocedor de la realidad centroamericana.

El nombramiento de Zúñiga se da al mismo tiempo que el director para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional, Juan González, anunciaba una Fuerza de Tarea Regional Anticorrupción que use los mecanismos de sanción que pueden imponer contra personas involucradas en corrupción, narcotráfico, lavado de dinero y violación a derechos humanos.

Una preocupación recurrente de Estados Unidos es la corrupción en la región y el propio presidente Joe Biden lo dijo el jueves en su primera conferencia de prensa al enumerar las causas de la nueva ola de migrantes centroamericanos.

Son positivas estas señales de la administración Biden a la región, pero Estados Unidos no debe abandonar a estos países después de estabilizar sus crisis porque los ciclos se repiten irremediablemente. El apoyo norteamericano debe ser permanente, claro y decidido para cooperar con la región en salir de la pobreza y el subdesarrollo, con sociedades justas y democráticas.