El rostro del exfiscal Miguel Armando Umaña Zapata al recobrar su libertad la semana pasada, luego de confesar ante el Juzgado Tercero de Instrucción de San Miguel que agredió sexualmente a un menor de edad, parecía personificar el rostro de la impunidad que tanto daño nos ha hecho como país. Tratándose de un delito sexual a un menor es realmente indignante.

Umaña cometió el delito el 30 de octubre del 2019 y fue capturado por la Policía Nacional Civil, el 1 de noviembre por el delito de agresiones sexuales agravadas en menor e incapaz. Umaña Zapata se sometió a un proceso abreviado, donde fue condenado a tres años, pero en lugar de cárcel fue favorecido por trabajos de utilidad pública, además no puede acercarse a la víctima y tiene prohibido salir del país.

¿Qué clase de trabajos de utilidad pública puede hacer un delincuente sexual convicto que no debe estar cerca de menores de edad y que la sociedad entera debe conocer su trayectoria? Me parece un acuerdo inconcebible desde todo punto de vista.

Parece demasiado fácil para este sujeto y su sonrisa al salir del tribunal lo evidencia así. Los menores de edad son sagrados y así como se cuestionó duramente a los jueces que calificaron de “falta” el tocamiento a una menor de edad por parte del magistrado Escalante, debemos cuestionar este caso.

Los delitos sexuales contra menores son un asunto muy delicado que no deben trivializarse ni ser sujetos a este tipo de arreglos. Quizás la ley permite esos acuerdos pero los diputados de la Asamblea Legislativa deberían reformar esa permisividad y dejar claro que no se puede permitir más. Yo creía que con el caso del magistrado Escalante habíamos tenido suficiente, parece que no.