Conforme pasan los días, la luz al final del túnel sigue sin aparecer. Estamos frente a uno de los dramas humanos más grandes, quizá de la última década, quizá del último siglo, quizá de toda la historia. Los números fríos, aunque lo intenten, no logran cubrir el dolor de miles de familias. El miedo, la desesperanza, la impotencia no son fáciles de sobrellevar. Aunque a estas alturas, todos deberían tener claridad que, en un país tan desigual, no todos viven por igual esta tragedia.

Quienes tienen la capacidad monetaria se han comprado el oxígeno, los medicamentos y los mejores kits de protección; pero saben que no es suficiente, porque nadie es inmune a este virus. Y aunque se apele a la responsabilidad individual, lo cierto es que hoy más que nunca necesitamos de la conciencia colectiva. De muy poco sirve que tú te cuides, si el resto no lo hace. Lastimosamente en las últimas décadas, más que antes, hemos vivido bajo el mantra que lo importante es que uno esté bien, sin preocuparse por los demás, porque al final los resultados son fruto de los esfuerzos individuales.

Por eso parecía normal tener un sistema de salud público tan malo, si al final lo importante era tener el dinero para pagar un buen servicio en un hospital privado. O que en las escuelas públicas la calidad fuera baja y que cientos de miles de niños y niñas no estudiaran, total los hijos de uno iban a estudiar y nunca lo iban a hacer en una institución pública. Por eso no interesaba que no se aumentaran los presupuestos de los Ministerio de Educación o Salud, o que incluso se les recortara. Tampoco incumbía que existiera corrupción, si igual siempre ha existido, lo importante era que los corruptos con los que uno simpatizaba fueran menos corruptos que los de los “otros”.

También era normal que la gente evadiera impuestos, porque al final es una cosa de viveza. Y aunque se criticaba que se dieran programas sociales a las familias, se aplaudía que se subsidiara a las grandes empresas con el no pago de impuestos. Asimismo, era irrelevante si a la administración pública llegaban los familiares de los gobernantes, o las personas más ineptas. Al final de la política que se encarguen los políticos, porque uno ya tenía mucho que hacer.

Y así nos encontró estas crisis (sanitaria, económica, política, ambiental y social, la tormenta perfecta, como le llamé hace varios meses). Con toda la razón todas nuestras energías están concentradas en sobrevivir. Pero no será suficiente sino hacemos los cambios que nos permitan construir una nueva y mejor normalidad, y no solo para unos cuantos sino para las grandes mayorías.

Sin embargo, el tiempo se acorta y en los próximos días nos jugamos más de lo que nos imaginamos. Por un lado, está la discusión del presupuesto público de 2021, el cual ya se ha empezado a elaborar y que será clave salir de las crisis. ¿Cuáles serán las apuestas? ¿Crecerá más los presupuestos de defensa y seguridad que los de educación y salud? ¿Se seguirá gastando más en publicidad que en medio ambiente? ¿Se seguirá sin tener un presupuesto por resultados? Este tipo de interrogantes deberían responderse públicamente, y cuanto antes, por los tomadores de decisión, porque hasta ahora la normalidad es que esta discusión se haga en secreto, en total opacidad. Es, entonces, una oportunidad de lujo para discutir el presupuesto público de manera abierta, de cara a quienes al final del día lo financian con sus impuestos.

Pero también será clave la concreción o no de un Acuerdo Stand By con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Para nadie es un secreto que los niveles de deuda son insostenibles y que con el torpe manejo del endeudamiento se ha hipotecado el futuro, por lo que el Ejecutivo ya se encuentra negociando con el FMI un programa de crédito a cambio de una serie de reformas. A diferencia de otras veces el FMI está más abierto a escuchar una propuesta propia del Estado salvadoreño. La pregunta es ¿tiene el Ejecutivo una propuesta? ¿Aceptará la “típica” receta de austeridad y reducción del Estado? ¿O está dispuesto a que esa propuesta sea el resultado del consenso de las distintas expresiones de la sociedad salvadoreña, que se concreten en un acuerdo fiscal integral? Lo que está en juego no solo es el futuro de los próximos días sino de las próximas generaciones. Por lo que no basta con sobrevivir.