Una niña menor de 14 años debe estar estudiando, aprendiendo algún oficio, nutriéndose de valores para la vida, viviendo una ludopatía propia de su edad. Debe, en todo el esplendor de la palabra, ser niña o adolescente... idealmente una futura ciudadana de bien.

Sin embargo, desde 2015 hasta 2022, el Fondo de Población para las Naciones Unidas (UNFPA) registró 6,130 niñas menores de 14 años en estado de embarazo, es decir, niñas entre 10 y 14 años no cumplido que dejaron las ilusiones de adolescentes para convertirse en jóvenes con una mayúscula responsabilidad para la cual no estaban preparadas ni psicológica ni físicamente.

Muchas de esas niñas que, aun siendo madres, seguirán siendo niñas cronológica y mentalmente, fueron embarazadas por uniones a “temprana edad” especialmente en la zona rural, noviazgos inadecuados con relaciones sexuales -por curiosidad o por aprovechamiento de la pareja- y en la mayoría de casos por violaciones o relaciones incestuosas.

Las niñas son las mayormente expuestas a ser violadas y por ende a resultar con embarazos no deseados, no planificados y forzados. En lo personal conocí el caso de una pequeña de 12 años que dio a luz a un bebé y ella supo que estaba embarazada hasta que la llevaron al hospital, porque su madre siempre le dijo que se trataba de un tumor. La mujer no quería que nadie se diera cuenta con un hermano suyo había violado y embarazado a la niña. No obstante, en el hospital se dieron cuenta, interpusieron la denuncia en la Fiscalía General de la República y el violador finalmente fue condenado a prisión.

Precisamente la mayoría de embarazos en niñas menores de 14 años son producto de violaciones, los que casi siempre son cometido por alguien cercano a la víctima o a su familia. El violador, a veces está en casa, es alguien de la familia o un amigo del grupo familiar. En el peor de los casos es el mismo padre o padrastro, incluso un hermano de sangre o un pariente cercano. Recordemos que una unión de pareja a temprana edad, también es violación, generalmente porque la pareja suele ser mayor de edad.

Según UNFPA, el Instituto de Medicina Legal realizó el reconocimiento forense de 2,019 delitos sexuales en contra de niñas y adolescentes, de las que el 60 % eran menores de 14 años y el 17 % resultó embarazada. Esta situación es preocupante. En términos de salud las madres adolescentes tiene mayor riesgo de eclampsia, endometritis puerperal e infecciones sistémicas, además que sus bebés tienen mayor riesgo de padecer de bajo peso al nacer, nacimiento prematuro y afección neonatal.

A nuestras niñas y adolescentes, hombres y mujeres, hay que educarlos correctamente con principios y valores, para que no sean víctimas ni victimarios. Hay que perderle el temor a hablar de sexualidad con responsabilidad. El sistema educativo, las iglesias, las familias y diferentes instituciones capacitadas y especializadas tienen la obligación de orientar a los niños. La necesidad no puede ni debe ser motivo para que niñas y adolescentes decidan acompañarse. La ignorancia no puede ni debe ser causa para que las niñas callen las agresiones sexuales a sus padres o a personas de confianza, para luego denunciar los hechos.

De esas 6,130 niñas que parieron sin que su cuerpo estuviera preparado, más de alguna murió. Hace un par de años en Zacatecoluca, una pequeña de 13 años murió junto a su bebé en la sala de partos, porque su cuerpo no había experimentado el suficiente desarrollo. Algo similar ocurrió en Chalatenango, donde una niña violada murió a los siete meses de embarazo. No hay cifras oficiales de cuantas niñas y adolescentes mueren al momento del parto, antes de él o postparto, pero seguramente han sido decenas desde 2015 hasta 2022. El último caso que recuerdo es el de una niña con problemas mentales embarazada por un pariente cercano, que murió cuando iba a ser asistida en un hospital de la Zona Oriental. En este último caso el agresor fue condenado a 30 años de cárcel.

El informe que presentó la UNFPA señala que en los siete años analizados el total de (niñas y adolescentes) menores de 18 años embarazadas fue de 133,583, un alto porcentaje de ellas, productos de violaciones, estupros e incestos. Por cada niña o adolescente embarazada hay un futuro promisorio que se frustra. Probablemente se avecina un futuro lleno de penurias para madres e hijos.

En su informe presentado en julio pasado la UNFPA señala que el problema es grave a pesar que año con año la cantidad de niñas y adolescentes embarazadas tiende a bajar. Por ejemplo en 2015 el país registró 24,944 casos y el año pasado esa cifra bajó a 10,352, lo que refleja una disminución considerable, pero aun así nada suficiente. De todas formas esa reducción indica que algo bueno se ha hecho, pero que debe mejorarse, pues lo ideal es llegar a cero casos. Difícil, pero no imposible. Nora Bernabeu, representante de la UNFPA en El Salvador reconoce como buena noticia la reducción, lo cual es evidente, pues las cifras no engañan. No obstante, se debe seguir en el esfuerzo de buscar mecanismos educativos y de orientación para acabar con el problema.

Los embarazos de niñas y adolescente pasó de una tasa diaria de 68 en 2015 a 28 en 2022, mientras que la tasa por cada 100,000 habitantes se situó en 19,1, por arriba de lo considerado como una epidemia. Entonces es responsabilidad de todos; el Estado, la iglesia, el sistema educativo, la familia, la sociedad entera, las respectivas instituciones, hacer un esfuerzo de nación para evitar que nuestras niñas y adolescentes sigan siendo víctimas de embarazos.