A todos, o a casi todos, nos fascina el fútbol y por consiguiente somos aficionados a algún equipo. Está claro que los salvadoreños somos fieles a la Selecta porque es el equipo de todos y cuando damos una opinión sobre ella, lo hacemos más con el sentimiento que con la razón. Cuando hablamos de la Selección todos lo hacemos sintiéndonos técnicos de fútbol. Un triunfo de la Selecta (aunque no lo crean, alguna vez ha ganado jugando bien) nos alegra a todos y nos infla el orgullo patrio. Amamos ser guanacos. Una derrota nos entristece y nos genera la búsqueda inmediata de culpables o nos vuelve conformistas tercermundistas con talante de fracasados. Justificamos las derrotas culpando a cualquiera o al sistema estructural de este deporte. Ya nos acostumbramos a tanto fracaso.

Malas canchas, sin canteras ni procesos de formación, falta de coraje, sin infraestructura adecuada, periodismo deportivo fanatizado, sin suficiente apoyo estatal y empresarial, malos dirigentes, jugadores sin alma ni garras, carencia de visión, aficionados malinchistas, falta de apoyo de FIFA y CONCACAF, arbitraje malos e injustos, desórdenes administrativos, falta de transparencia en el manejo del deporte, una liga decadente y un largo etcétera, son apenas justificaciones valederas para interpretar por qué nuestra Selecta es tan mala y se la pasa de derrota en derrota y por ahí, de vez en cuando, un triste empate. Eso debe de cambiar poco a poco, como parte de un proceso que debe avanzar a paso justo y no de manera excesivamente ralentizado. Panamá y Nicaragua son ejemplos a seguir. Algo bueno han procesado para que su fútbol haya mejorado sustancialmente a tal punto que en la actualidad estén varios peldaños arriba de nuestros equipos y de nuestra Selección. No podemos alegar que el biotipo es fundamental, porque con Nicaragua somos similares en cuanto a ese aspecto y nuestros hermanos “pinoleros” ya nos superaron.

¿Qué han hecho otros países para mejorar sus ligas y sus niveles de competición a nivel internacional y qué hemos hecho en el país para tocar fondo con una liga lentísima y poco competitiva y una Selección que ni de local hace las cosas bien contra selecciones de países que tampoco juegan bien? Hay que hacer un análisis a conciencia y hacer un punto de quiebre, cambiar la dirección y arrancar de raíz la causa del mal. 2024 debe ser un año productivo para el fútbol salvadoreño. Empezamos este año sin técnico en la Selecta, con equipos que todavía deben a sus jugadores, y con la incertidumbre institucionalizada por los futuros posibles fracasos de la Selecta (Dios quiera que me equivoque). La Comisión Regularizadora del Fútbol salvadoreño (a mi gusto ya mucho tiempo estuvo en esa condición sin resultados obvios, evidentes y contundentes) debe reflejar resultados concretos ya y tomar decisiones justas y legales encaminadas a sentar las bases del desarrollo de este deporte que nos apasiona. El fútbol realmente apasiona y es por eso que a los salvadoreños nos duelen tanto las derrotas de la Selección y de los equipos salvadoreños cuando apenas salen del territorio nacional. Más aún si esas derrotas ocurren en países donde el fútbol no es el deporte número uno. Más aún si esas derrotas ocurren ante equipos o selecciones que antes solíamos ganarles con solvencia y jugando bonito.

La Comisión Regularizadora debe, de una vez por todas, sentar las bases legales y organizativas, sobre la cual fundamentar el fútbol nacional a nivel de clubes en todas las categorías. Esa organización debe reflejarse a corto, mediano o largo plazo (lo cual es relativo al objetivo) en el desempeño de la Selecta. Terminó 2023 y los equipos de Primera, Segunda y Tercera división todavía deben a sus jugadores. Sin embargo, haciendo uso de cualquier artimaña conseguirán que sus jugadores firmen finiquitos y se inscribirán solventes para la siguiente temporada. Una forma de evitar esta estratagema o ardid es, por ejemplo, que los clubes depositen mes a mes los salarios de sus jugadores, cuerpo técnico y empleados en una cuenta endosada a la FESFUT para que esta institución verifique los pagos. En cuanto a la situación actual de la Selecta, la Comisión Reguladora debe actuar con sapiencia y con criterio estadista. El objetivo inicial e inmediato es el Mundial 2026. Es la oportunidad de oro que tiene El Salvador para acudir a un tercer mundial. Para el mundial 2030 volverán a estar en la competición México, Canadá y Estados Unidos. Quién sabe cómo nos vaya entonces.

Lo urgente e importante es contratar un nuevo técnico para la Selecta, para que enfrente el proceso premundialista y no hay que equivocarse. El nuevo técnico debe ser alguien que al menos tenga noción de la pobre calidad de nuestra liga local. Yo personalmente le apostaría a un técnico nacional o que al menos haya dirigido en la liga salvadoreña. Incluso, hasta alguien latinoamericano que sepa interpretar nuestra liga local. Aquí cabe aquello que ser un buen profesional no implica ser un buen catedrático, es decir, haber sido un excelente futbolista no equivale a ser un buen técnico (ejemplos sobran). No necesitamos técnicos de hablado raro que nos quieran intercambiar espejitos por oro o que vengan a dejarse mangonear por dirigentes que tienen dinero pero no conocimiento del fútbol. Tampoco queremos técnicos populistas que convoquen a niños de 15 años para desviar la atención de sus propias falencias o técnicos que consideren como requisito indispensable para convocar a jugadores que éstos militen en el extranjero aunque sean “suplentes titulares”. En 2024 y de cara al futuro, la Selecta requiere una mejor liga local, mejor infraestructura y un técnico que convoque a los mejores, sin importar su edad o donde jueguen. Un técnico que conozca nuestra idiosincracia futbolística y que, aunque suene ridículo, nos haga soñar con un nuevo mundial. Un sueño aún posible.