Junio es un mes muy especial para los salvadoreños. Contempla dos fechas muy especiales, el Día del Padre y el Día del Maestro (A). Ser padre es una responsabilidad divina y mayúscula, que desgraciadamente y por diversas circunstancias algunos hombres no asumen. Algunos tuvimos (o tenemos) el privilegio de tener un padre muy responsable que asumió correctamente su rol, sirviendo de guía y modelo a sus hijos. Se sacrificaron, se esmeraron y dieron lo mejor de sí para formar con principios y valores a sus descendientes.

Ser papá no es tan sencillo como engendrar. Se requiere mucho amor, fe, sabiduría, tolerancia y responsabilidad. Un buen padre siempre está para toda ocasión de sus hijos, con un sabio consejo, la reprimenda oportuna, la provisión necesaria y siendo la guía correcta y el modelo de vida. Cuando somos niños nuestro papá es nuestro súper héroe porque nos llena de confianza, seguridad y el convincente deseo de crecer y llegar a ser como él. Cuando somos adolescentes nuestro padre sigue siendo él héroe al que admiramos y de quien nos sentimos henchidos de orgullo porque estamos seguros que siempre será nuestro apoyo incondicional en todo lo que hagamos y en todos nuestros ámbitos. Cuando somos jóvenes-adultos papá sigue siendo el héroe que estará para escucharnos y orientarnos debidamente en toda ocasión, será el hombre que ufano gritará que es nuestro padre cuando triunfemos, y cuando fracasemos gritará el doble de fuerte para que el mundo sepa que es nuestro papá y que ahí está para apoyarnos y defendernos. Cuando somos adultos, papá vuelve a ser el súper héroe a veces con el cuerpo cansado, pero con el alma pletórica de experiencias, bondades y orgullos, convertido en sabio ameno que adora a sus nietos... Cuando papá se ha marchado al cielo, pasa a ser el héroe divino que nos llena de bendiciones y a quien extrañamos cada día de nuestra existencia.

Ser papá es más que una simple categoría. Es algo muy complejo que la naturaleza nos da, pero que la fe nos permite cumplir con devoción. Ver crecer a nuestros hijos, entrar al mundo de la curiosidad y la imaginación, e ir adoptando roles como hijos y como sujetos de la sociedad, es realmente maravilloso. A los hijos hay que disfrutarlos en cada etapa, desde que están en el vientre hasta que nacen, son bebés, infantes, niños, adolescentes, jóvenes, adultos... Crecen y crecen y nunca dejan de ser nuestros niños (as). Después vienen los nietos a quienes se adoran porque son nuestros hijos creciendo de nuevo. Ser padre, de seguro que es un regalo divino y es nuestro deber asumirlo con responsabilidad y mucho amor.

Algunos no tuvieron la dicha de tener un buen hombre como padre. Otros asumieron ese papel (los abuelos, los tíos, los hermanos mayores, los padrastros), y a veces las mismas madres que abandonadas o solas por cualquier circunstancia, tuvieron que cumplir el doble rol. Para todos los buenos padres, un fuerte abrazo. Para el mío, un hombre que valió la pena por haber sido un ser extraordinario, vaya una oración hasta el Cielo.

Ser maestro (a) no es de cualquiera. Nadie es maestro por el simple hecho de haber estudiado una profesión o un profesorado. Se requiere mucho más que estar en un aula repleta de alumnos o en la tarea de estar preparando clases o calificando exámenes. Ser maestro nace desde el alma, se conjuga con la vocación y se ejerce con el prodigio del amor. Enseñar es compartir conocimiento y dar lo mejor de sí, para armarse de buena voluntad y de conciencia para hacer el bien común a través de dar a otros conocimientos. El buen maestro está destinado para ser superado por sus alumnos y ese debe ser su anhelo. Una de las mayores satisfacciones es cuando el discípulo supera al maestro, porque solo entonces el buen maestro ha cumplido a plenitud su noble propósito y puede darse por satisfecho.

Enseñar a leer y escribir, pero sobre todo enseñar a pensar y a la sana convivencia social, es un valor hermoso, que hace más que grande al maestro. Al buen maestro jamás se le olvida. Alguien puede llegar a ser científico, filósofo o excelente profesional, y siempre albergará en su corazón a aquel abnegado hombre (o mujer) que le enseñó la maravilla de leer y escribir y que lo condujo por la luz del saber guiándolo por el camino correcto. A los maestros, a los buenos maestros, no se les olvida nunca y se les vive eternamente agradecidos.
Cuando hacemos memoria de nuestros maestros, siempre recordamos con mucho amor a los de la educación primaria, por haber estado con nosotros en la época más linda de nuestras vidas (la niñez y la adolescencia). Recordamos con cariño los castigos, el bullicio de las aulas, las travesuras escolares, las anécdotas con nuestros compañeros de clases, nuestros primeros enamoramientos, las actividades intra y extraescolares, los recreos, pero sobre todo a nuestros maestros (as) que nos toleraron y con mucha paciencia cumplieron su misión con nosotros.

El Día del Padre fue el sábado pasado y el Dia del Maestro (a) será el próximo jueves, por eso hoy me limpio la frente y me siento orgulloso de saludar a mi padre en el Cielo (Don Julio Antonio Marinero) y a mis maestros (de la escuela Alberto Masferrer de Olocuilta, del Colegio Divino Salvador, de la Universidad de El Salvador y de mis otras casas de estudio) donde quiera que estén. Dios bendiga a los padres y maestros por su sagrado rol.