La gente que migra es aquella que, temporal o por siempre, deja de vivir en el lugar donde acostumbra hacerlo y se marcha a otro dentro o fuera de su país. Los animales se mudan por los cambios de clima, para reproducirse o por supervivencia. Las personas porque buscan mejores oportunidades de estudio o trabajo, para superarse; otras para reunificar sus familias. Pero también están las que se ven obligadas a huir, a cuentagotas o masivamente, para salvarse de la muerte violenta o de la muerte lenta. Durante los últimos cien años, al menos, alguna de esas causas u otras han motivado a que mucha población salvadoreña establezca su hogar fuera de la comarca en la que nació, para no seguir aguantando hambre o derramando sangre. Y desde el final de marzo del 2022, hay quienes se largan para no terminar enfermas o muertas en la cárcel sin deberla ni temerla.

En ese marco, tras tocar con su “varita mágica” la realidad, Nayib Bukele anunció mediante un tuit –como acostumbra– que tras “estar en el top 3 de los países que más migrantes enviaban a los Estados Unidos... ¡Ahora no entramos ni al top 10!”. Aseguró lo anterior, utilizando información de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidense relacionada con el flujo migratorio irregular hacia dicho país. Con esta, mostró la cantidad de personas detenidas en la frontera sur del mismo durante octubre del 2022. El primer puesto lo ocupaba México y el décimo Haití, sin que El Salvador figurara en la lista. No faltaron los aplausos y las respuestas asegurando que, indudablemente, de su “providencial mano” vamos “por el rumbo correcto”.

Pero –¡oh, fuerzas malignas y abominables!‒ en marzo del año en curso el “encanto” se hizo humo y nuestro paisito apareció ocupando de nuevo un sitial en tan penosa nómina. Así, durante ese mes en el cual se cumplieron doce bajo el régimen de excepción, se situó en el noveno lugar con 5776 compatriotas sin poder continuar en su afán por alcanzar el “sueño americano”. El primer escaño lo siguió ocupando México con 80 568. Sin embargo, las cuentas oficialistas no deberían ser tan alegres. ¿Por qué? Pues porque para hacer comparaciones, hay que considerar el tamaño de las poblaciones de ambas naciones.

Esa cantidad de personas mexicanas detenidas en dichas condiciones, representa un poco más del 0.06 % del total de quienes habitan dentro de sus fronteras nacionales; las salvadoreñas constituyen el 0.09 % del nuestro. Eso significa que, proporcionalmente, estamos bien arriba en el “top 10” ciánico bukelista; solo nos supera Honduras por tres puntos. “Al mundial no vamos –brama la “noble afición”‒ pero a México, chingados, ¡le ganamos!”.

El llamado Plan Control Territorial desconocido por los mortales y fallido para nuestros males, se exhibió como tal el último fin de semana de marzo del 2022 con la matanza de casi noventa personas en menos de tres días. Entonces, Bukele sacó de su chistera el régimen de excepción. Sobre este, el Comité de Protección de los Derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares ‒parta del sistema de las Naciones Unidas‒ ha expresado recientemente su preocupación y pedido al Gobierno salvadoreño garantizar que su “declaratoria, prórroga e implementación” estén en consonancia “con los principios de temporalidad, proporcionalidad, necesidad y otros principios establecidos por los estándares internacionales de derechos humanos, y estén sujetas a revisión judicial”; también que imperen “las condiciones de legalidad, humanidad y dignidad, las garantías judiciales y el respeto a los derechos humanos durante y después del estado de excepción” dentro de “los centros de detención y en los establecimientos penitenciarios”.

Asimismo, 118 congresistas estadounidenses firmaron una petición a la administración Biden para que se reasigne el Programa de Estatus de Protección Temporal (TPS) en favor de nuestra paisanada viviendo en su país, debido a que la “represión” gubernamental “ha resultado en discriminación y violaciones de los derechos humanos que amenazan la vida cotidiana de salvadoreños”.

Datos reales –diría alguien– matan fantasías oficiales, cortinas de humo presidenciales y “troleadera” pagada o pasmada. Y esos datos reales nos indican que nuestra gente sigue huyendo de los peligros que la acechan acá. La muerte lenta producida por el ahorcamiento económico de muchas familias y la muerte violenta de gente inocente, ahora en el marco del régimen de excepción, continúan siendo factores que mantienen a nuestro país ocupando un lugar privilegiado en el mencionado “top 10”. No hay, entonces, de qué presumir.