Yese algo es un plan diseñado desde Venezuela para Latinoamérica, un manual para alcanzar el poder y permanecer en él, diseñado por el chavismo, una de las peores plagas de la reciente historia de este subcontinente.

El expresidente José Manuel Zelaya Rosales (2005 – 2009), quedó con las ganas de llevarlo a cabo, pero fue torpe para ponerlo en práctica, pese a que Hugo Chávez (quien saqueó el erario público de los venezolanos como si fuera de su propio peculio) le envió $ 100 millones de dólares para que lo pusiera en práctica. Pero ahora Zelaya Rosales ha vuelto al poder y está dispuesto a llegar hasta el final.

Cuando Mel inició su gobierno al cual llegó por medio del Partido Liberal, un partido centenario, levemente de centro izquierda, su discurso de toma de posesión empezó a desentrañar la verdadera naturaleza del ganador: populachón, informal, graciosito. En el transcurso de los meses fue impregnando sus intervenciones ante los medios con cierta pizca de populismo y demagogia, pero aún nada de qué preocuparse.

En un momento equis empezó a coquetear con Hugo Chávez. Algo vio: petrodólares. Y empezó a adoptar paulatinamente el mismo discurso chavista. En determinado momento se confesó bolivariano, se alejó de su partido, se peleó con los diputados de su propia organización política y terminó dividiéndola, quedándole leales nada más sus ministros.

Invitó a Chávez a Tegucigalpa, quien muy a su estilo, le puso el apodo de Comandante Vaquero por el sombrero texano que siempre acompaña al terrateniente Zelaya Rosales. Y llegó lo más aterrador: habló de que la Constitución había que reformarla, porque dejó de ser el instrumento para cumplir las aspiraciones del pueblo, que estaba hecha para una época antigua, bla, bla, bla, la misma casaca. Y empezó a promover una encuesta para escuchar la opinión del pueblo si estaba o no a favor de una “cuarta urna” para las próximas elecciones generales a llevarse a cabo el 2009 en la que se preguntaría a los votantes si querían o no una constituyente.
Todo fue manejado de forma muy burda y torpe. Gastó ingentes cantidades de dinero de las arcas nacionales, de un país cuya pobreza solo supera Haití. Era evidente que estaba rompiendo el orden constitucional y por eso fue sustituido de la titularidad del Poder Ejecutivo.

Ahora, después de 12 años de lucha, retornó al poder por medio del partido que él fundó, LIBRE, y utilizando a su esposa, Iris Xiomara Castro Sarmientos, la cual es una figura casi decorativa, porque él es quien manda. Ha retomado el manual chavista. Trabaja de forma más fina, paulatina, menos grotesca que la vez pasada, pero totalmente evidente.

Lo primero es decir que por el momento no hay ambiente para una constituyente, para tranquilizar a la oposición. En segundo lugar, empezó el ataque verbal sistemático a los medios de comunicación a los que llama “tarifados”. En tercer lugar, está volviendo a dividir a la sociedad hondureña. En cuarto lugar, está esparciendo la idea de que se está fraguando un golpe de Estado, que los intereses ocultos de siempre lo están maquinando. Quinto lugar: pelearse poco a poco con los Estados Unidos e irse acercando a Nicaragua, Rusia, Cuba y Venezuela. Todo este menú está siendo servido sobre una inestabilidad angustiante en la que los “colectivos” de su partido horda de hombre camisas rojas, motorizados, que llegan a sembrar el caos y terror en oficinas públicas con garrotes en mano. No hay medicinas en los hospitales, las calles y carreteras cada vez más destruidas, el presupuesto general de la República no se ha ejecutado en un 60%, se le adeudan salarios al personal de salud de la mayoría de hospitales desde hace 6, 7 y hasta 8 meses, y ello nos lleva a pensar que pronto imputará esta crisis que se agudiza con una inflación galopante, a esos “intereses oscuros”. No está lejos que ordene decretar leyes contra empresarios, medios y la oposición.

Un manual que ya lo conocemos, y Honduras tiene dos ejemplos a sus flancos: El Salvador y Nicaragua.

Es triste, en verdad dramático: cómo nuestros países vuelven a caer en manos de locos que añoran eternizarse en el poder.