El arma del autor del atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández, una pistola Bersa calibre 32, no tenía bala en la recámara, pero sí estaba cargada con 5 proyectiles. Al parecer, no fue acribillada Cristina por la impericia del tirador. Sin embargo, el hombre, de 35 años, apuntó y accionó la pistola a pocos centímetros de distancia.

Hay muchas preguntas sobre este incidente. Unas de orden operativo y otras de carácter político. ¿Es que el cordón de seguridad de la vicepresidenta fue vulnerado? O peor: ¿ese cordón de seguridad mostró su inoperancia?

Lo real y verificable es que el tirador se acercó a Cristina Fernández sin ser obstruido, y estuvo a punto de culminar su acción de modo exitoso. Pero algo falló. ¿El arma o el pistolero?

El autor del atentado, Fernando Andrés Sabag Montiel, no es un ‘enajenado’ ni un sicario de oficio. Pero sí, al analizar, por ejemplo, los tatuajes en su cuerpo (el sol negro, el martillo de Thor y la cruz de hierro), es fácil concluir que se trata de un fanático neonazi. También, de acuerdo con los reportes iniciales de las autoridades, en la primera revisión que se hizo al celular de Sabag se detectaron muchas imágenes relacionadas con el neonazismo.

Hasta aquí bien podría decirse que este fanático neonazi se auto impulso, para este atentado, gracias al clima de crispación política que en este momento vive Argentina y que tiene a Cristina Fernández, vicepresidenta y expresidenta del país, como figura clave del debate público.

La investigación de este caso apenas comienza y de seguro el cuerpo de hipótesis es más complejo. Y es aquí donde salta la liebre.

El fallido pistolero, si bien está embriagado por los símbolos nazis y actúa en consonancia, es muy difícil que haya procedido en solitario. Incluso puede presumirse —puesto que es variopinta la concurrencia que espera desde hace semanas a la vicepresidenta frente a su casa— que tuvo algunos ‘acompañantes’ o ‘vigías’ que aseguraron que cumpliera la misión. Porque esa era una misión. ¿Asignada? ¿Sugerida? ¿Por quién?

¿Por un ‘poder fáctico’ que quiere apartar de la escena política a Cristina Fernández y, además, llevar de regreso a Argentina a la zona de caos que se vivió entre 1976 y 1983, cuando el militarismo sumió al país en el terror y provocó el aniquilamiento y la desaparición de miles de personas?

Este atentado frustrado, por lo tanto, cuenta con autoría intelectual (¿y con financiamiento?). Si se realiza una investigación profunda, por parte de las autoridades correspondientes, podría contarse con respuestas para algunos interrogantes: ¿se trata de una autoría intelectual única o de una trenza de autorías intelectuales y por tanto habría que hablar de una conspiración?, ¿es el inicio de un plan para hacer estallar el sistema político argentino?, ¿será que la vida en democracia en ese país, como en 1976, ha tocado fondo?

América Latina en este momento se encuentra inmersa en dinámicas políticas que, de nuevo, están abriendo perspectivas para el cambio y para la reconfiguración de la democracia. No es un camino de una sola vía ni tampoco hay una sola nave bogando en las aguas turbulentas. Hay colisiones previsibles.

Como antes, lo central está en alcanzar paz social y bienestar general, y para eso se requiere de nuevas formulaciones político-estratégicas. En los procesos electorales latinoamericanos, empero, no siempre estas nuevas formulaciones aparecen en la mesa principal.

El gobierno argentino del Frente de Todos ya va al cierre, y enfrenta graves dilemas y no pocas carencias en sus concreciones. Además, está acechado por poderosos intereses asentados en los grandes ‘sistemas’ de comunicación social, en el poder judicial y en algunos sectores militares y empresariales.

¿Es Cristina Fernández un problema para quienes desde la sombra y a veces casi a plena luz anhelan una involución política en Argentina? La respuesta es tajante: sí, Cristina y la red político-social de la que forma parte en este momento son un valladar por superar. Esa es la razón del atentado fallido.

La acción del gatillero no se ha dado en seco, hay un documentado contexto de construcción de discurso que ahora ha pasado a los hechos. Pero no solo es asombroso que el tirador haya sido inefectivo, es que después de la tentativa criminal Cristina Fernández siguió saludando a simpatizantes antes de entrar a su casa, ¡durante 6 minutos! ¿Y por qué no la sacaron de la zona para su resguardo? Una situación extraña.

En todo caso, algo se rompió en Argentina.