A medida que avanzamos en el conocimiento del virus causante del covid-19 y su comportamiento, realizamos que el regreso a nuestra vida pre-covid no será posible, al menos hasta finales del 2021, sino más. Estamos conscientes que los confinamientos por largos periodos de tiempo no son sostenibles, y que tenemos que buscar maneras sostenibles de convivir con el virus. A esto se le está llamando la nueva normalidad. Esto implica un proceso de transición desde las restricciones de la movilidad ciudadana hacia una reapertura económica y social, dirigida por el monitoreo de la circulación local del virus. Esta transición se ha venido realizando por diferentes países a escala, velocidad, e intensidad variable, tratando de acomodar este proceso a la realidad local.

Un análisis comparativo recientemente publicado por la revista Lancet, amplia el conocimiento sobre las experiencias en cinco países de la región Asia Pacifico (Hong Kong, Japón, Nueva Zelandia, Singapur y Correa del Sur) y cuatro países europeos (Alemania, Noruega, España y el Reino Unido). Utilizando un marco comparativo de estrategias de salida desarrollado por el profesor Salman Rawaf, del Imperial College London, y que se fundamenta en cuatro principios de salud pública (conocimiento de estado de infección, participación y aceptación comunitaria, capacidad de salud pública y capacidad del sistema de salud), la publicación resalta virtudes y errores realizados por los países en cuestión.

¿Pero qué lecciones podemos recoger de países que iniciaron el proceso de reapertura antes que El Salvador?

Con relación al conocimiento local del grado de transmisión, todos coinciden que un país no debe de iniciar el proceso de reapertura si no cuenta con un sistema solido de vigilancia. Información en tiempo real y de buena calidad es esencial. Autoridades en Hong Kong, Japón, Alemania, Noruega, España, y el Reino Unido han estado reportando estimados de R (número reproductivo), y otros indicadores que permiten monitorear la circulación del virus. Este monitoreo guía la danza entre apertura y cierre, principalmente a nivel local, buscando un balance entre la salud y la economía.

Tan importante, es que para que las sociedades puedan reabrir sus economías con seguridad, la sociedad debe estar totalmente comprometida y empoderada para protegerse del virus y del efecto de la crisis, especialmente aquellos sectores de la población con mayor vulnerabilidad. Este componente incluye la polarización política y conflictos sociales que con mayor frecuencia se están observando en muchos países. Enfrentamiento entre el gobierno central y gobiernos locales se han observado en países como España, Francia, y Holanda. Estas disputas políticas han sido señaladas como factores que obstaculizan la respuesta al coronavirus. En cambio, los países de Asia han demostrado un mayor grado de compromiso para integrar los cambios de conducta necesarios para la protección individual y comunitaria.

Las estrategias de comunicación de riesgo, así como la aceptación de la sociedad hacia las medidas impuestas es importante. La capacidad del sistema de salud pública es otro de los componentes importantes. La precipitación en la desescalada, sumada a la falta de médicos y de rastreo, es uno de los errores cometidos por España en su lucha contra el COVID-19.

En Finlandia, uno de los países europeos que mejor ha gestionado la epidemia, los expertos destacan como parte de la clave de su éxito que el país tuviera unos protocolos actualizados periódicamente, lo que los ha llevado a un menor nivel de improvisación. La constante adaptación de las medidas sanitarias en respuesta a la producción continua de nuevo conocimiento es clave. Esto se complementa con la capacidad del sistema de salud para absorber las oleadas potenciales de enfermos que requieren de servicios de hospitalización. La experiencia alemana muestra los beneficios de una inversión en mejorar las capacidades del sistema. Antes del brote de casos de COVID-19, el país ya contaba con 34 camas de cuidados críticos por 100 mil habitantes, comparado con 9.7 en España y 5.2 en Japón.

En resumen, estas experiencias nos enseñan que la transparencia y calidad de la información y su utilización para guiar las estrategias e intervenciones, el compromiso de los sectores políticos, la participación de la sociedad, el fortalecimiento del sistema de salud pública para el rastreo, aislamiento y cuarentena de casos y sus contactos, como el fortalecimiento de la infraestructura de salud, son componentes esenciales para poder gestionar efectivamente, sin daños colaterales importantes, la epidemia que actualmente nos aflige.