La inminente “coronación” de Bukele el 1° de junio, imponiendo un régimen ilegal e ilegítimo por inconstitucional, parece una réplica de los fatídicos pasajes de la historia ocurridos ochenta y cinco años atrás. Se asemeja al escenario del segundo periodo presidencial del general Maximiliano Hernández Martínez en 1935, tras su flamante victoria en aquellas elecciones en las que no tuvo competencia y que se extendería hasta 1939. “Ya en su primer periodo, (de Hernández Martínez), a la represión le siguieron la censura y la ley de imprenta en contra del periodismo libre, así como el control político de la ciudadanía, el estado de sitio, la policía política, la represión selectiva y permanente. Al final del primer gobierno (1931-1935) ya estaban bien puestos los cimientos del nuevo régimen con su bloque de poder y los ánimos dictatoriales”.

Los hechos así descritos en el párrafo anterior fueron muy bien recogidos y sistematizados por el reconocido historiador Roberto Turcios, en su libro “Dictadura de Maximiliano Hernández Martínez 1939”, siendo la primera de tres partes de su investigación sobre la evolución constitucional salvadoreña en el siglo XX (Editorial UEES, 2023). Refiriéndose a la cruenta dictadura de Hernández Martínez, expresa: “De una promesa democrática electoral, el país pasó a una arbitrariedad autoritaria que se convirtió en dictadura.” ... “En un primer momento, varias organizaciones lo vieron como una acción necesaria y le dieron su respaldo, luego siguieron días vertiginosos: en el curso de dos meses, el país pasó de la esperanza en un cambio que aliviara la crisis, a las elecciones, a la rebelión y a la mayor operación represiva practicada por el Ejército desde la fundación de la Republica”. (pág. 23 y 24).

En otro párrafo se refiere al final del periodo para el que el General Hernández Martínez fue electo y de la pretensión de afianzarse y continuar en el poder: “el 20 de enero de 1939, La Asamblea impuso un nuevo texto constitucional, y al día siguiente, los diputados procedieron a elegir al presidente de acuerdo con su nueva constitución. El secretario Guzmán dijo: La Asamblea debe responder al clamor popular que exige la continuación del general don Maximiliano Hernández Martínez en la presidencia de la República” (pág. 145).

Como el poder puede ser adictivo, nuevamente “el 24 de febrero de 1944 La Asamblea había reeditado el expediente constitucional para que el General Hernández Martínez siguiera en el cargo. Se produjo la reforma respectiva conforme a los intereses del Régimen para el periodo 1° de marzo de 1944 al 31 de diciembre de 1949” (pág. 172).

Aquel afán de prolongarse indefinidamente en la Presidencia ya no pudo sostenerse: cinco semanas después de la reforma, estalló la rebelión. (pág. 175). El historiador Roberto Turcios describe que la noche previa al 9 de mayo fue una larga espera hasta que se dio a conocer el nombre del nuevo presidente, pero la huelga no se levantó hasta que se confirmó la salida del dictador.

Al igual que el dictador Hernández Martínez, el mandato de Bukele está marcado por la insuperable inconstitucionalidad y ruptura democrática; una mancha imborrable de graves violaciones a Derechos Humanos; una cruel operación de limpieza social, persecución y expulsión del Centro Histórico de toda persona que sea o parezca pobre, solo por el delito de intentar ganarse la vida entre el 62% condenado a la informalidad; y refundidos por la grave eliminación de programas sociales que incrementaron la pobreza.

A diferencia de Hernández Martínez que duró montado en el “boom” de los precios internacionales del café, el contexto económico labrado por Bukele es tambaleante, debido a la mayor deuda pública y poca productividad del país. Su mandato está castrado por una apuesta económica excluyente, apuntalada en la industria de la construcción de sus allegados, que inflaron una burbuja inmobiliaria que está por reventar, volviendo imposible al común de las familias salvadoreñas la ilusión de acceder a una vivienda. La apuesta elitista por un modelo de turismo excluyente que expropia y desplaza a las comunidades costeras no es sustentable por la depredación ambiental y la ausencia de soluciones al problema de agua potable y el tratamiento integral de los desechos sólidos en toda la franja costera. Ni hablar del reconocido fracaso de los cripto activos (Bitcoin).