A las puertas del nuevo año lectivo en El Salvador es pertinente reflexionar sobre cómo asegurar el progreso con las limitaciones de un reducido territorio carente de recursos naturales estratégicos, con una grave crisis hídrica y deterioro ambiental, alta densidad poblacional y el permanente conflicto político-social agravado por un regimen autoritario que copa y deteriora la precaria institucionalidad.

Tales condiciones dificultan aprovechar las escasas ventajas comparativas en un entorno regional de creciente y voraz competitividad en disputa por lograr enganchar apresuradamente al tren del desarrollo científico y técnico que avanza incontenible. Solo la destreza de un exitoso abordaje garantizará el progreso social mediante una adecuada formación del único recurso estratégico disponible: el capital humano; siendo imprescindible el consenso sobre un plan de nació que incluya una sostenida apuesta para elevar la educacion integral con calidad.

Uno de los grandes logros de Naciones Unidas y la UNESCO fue definir la “Educación de Calidad” como el cuarto Objetivos de Desarrollo Sostenible que implica la apuesta por alcanzar habilidades socio emocionales en la misma posición que las del conocimiento. Esta condición es esencial para el desarrollo personal y el desempeño y convivencia en todos los espacios de la vida; sin embargo, tras los graves efectos de la pandemia de Covid19, el mal manejo gubernamental del confinamiento y los prolongados cierres de centros educativos, este objetivo ha sufrido uno de los mayores retrasos ante la aplicación de modalidades de educación a distancia y virtual, con muy pobres resultados que estancaron las metas educativas.

La pandemia y el aislamiento trastocaron los avances del sistema educativo debido al ensayo de improvisadas modalidades de educación, sujetas al tanteo y error que incluyeron la formación semipresencial, opcionales y multimodales. Si bien destacó la utilización de la televisión y radios gubernamentales, las guías impresas y las modalidades virtuales, tras dos escabrosos años lectivos, el saldo es el de una deficiente educación, pobres resultados sobre todo en las areas de lectura comprensiva, matemáticas y ciencias, afectando además las habilidades de convivencia social. En resumen, no se están proveyendo los conocimientos y bases necesarias para cumplir las competencias y requisitos que exigen los programas en los niveles inmediatos superiores. Estos vacíos y deficiencias minan la calidad de los futuros técnicos y profesionales.

Esta problemática es más grave tras la decisión del MINED de “dar el pase” al grado inmediato superior, una promoción automática que de entrada desincentiva el esfuerzo por la excelencia y calidad en la educacion, redundando en una mayor deficiencia del sistema educativo que ya estaba caracterizado por el retraso. A esto hay que agregar la desmotivación debido a la pérdida de calidad, produciendo una mayor y creciente deserción escolar durante este periodo y la frustración de los estudiantes ante la falta de competencias para comprender y adaptarse al rigor de los programas lectivos superiores. En otros casos, ha sido la crisis económica de las familias la que empujó al trabajo juvenil y el abandono escolar, debiendo adicionar la amenaza del persistente clima de inseguridad criminal en los territorios.

El compromiso por desarrollar el potencial de la niñez y juventud desde la educación, corregir el ausentismo y la deserción escolar, implementar efectivos programas de nivelación académica para superar las deficiencias de “pases automáticos”, cubrir la demanda de educación inicial y parvularia con un modelo educativo incluyente y de calidad, que provea las herramientas para una vida digna, exige colocar la educación como una verdadera prioridad, con presupuesto suficiente, con mecanismos que garanticen la protección y adaptación a convivir con las amenazas de diversas variantes del Covid19 y, por supuesto, atender y resolver favorablemente las justas demandas magisteriales.

Después de transcurrido más de medio periodo de gobierno es difícil creer que Bukele pueda garantizar una educación de calidad, sobre todo por sus erradas disposiciones de priorizar un desmedido incremento presupuestario a la Fuerza Armada para duplicar el tamaño de Ejercito a 40,000 efectivos con inconfesables propósitos. Ha malgastado $203 millones de dólares en la aventura del Bitcoin y, para encubrir estos desatinos, ha multiplicado el presupuesto de la propaganda presidencial y cerrado todos los mecanismos de acceso a la información pública. En fin, esas son sus prioridades, las que nos saldrán mucho más caras en el largo plazo.