Se acerca al año la invasión de Rusia a Ucrania. Se escribe y se piensa de manera natural, quizá porque desde la Guerra de Irak no se había convertido en un filme universal seguido día a día por la comunidad internacional, desde Reikiavik, la ciudad capital más al norte del planeta en Islandia, hasta Ushuaia ubicada en la península de Tierra del Fuego, Argentina.

Un año, y aún no sabemos exactamente, la causa de la invasión militar más despiadada y masiva, desde la Segunda Guerra Mundial en la que sin pudor alguno, se habla no solo de soldados regulares, sino de mercenarios; muchos de los cuales, meros prisioneros sentenciados por delitos mayores, asesinos, violadores, pederastas, matones, traficantes, a quienes se les promete su conmutación penal, a cambio de integrar el Batallón Wagner, presente en la región desde 2014, cuando Putin inició la Guerra del Dombás en Ucrania.

Ignoramos si el nombre de este batallón mercenario obedece al azar o fue escogido en memoria del compositor alemán Richard Wagner, a quien Adolfo Hitler admiraba y adoptó sus composiciones como la expresión musical identificatoria del nazismo. Incluso, se afirma que les hacía escuchar a los prisioneros de los campos de concentración, las óperas y sinfonías del representante del romanticismo musical alemán.

Lo cierto es que, aparentemente, fue fundado por un empresario multimillonario cercano a Putin, con la finalidad de respaldar a los pro rusos separatistas de Donetsk y Lugansk. De igual forma el batallón Wagner ha estado presente en Siria, Libia, Malí y Centroamérica y, es posible que se encuentre en Venezuela; de hecho se han detectado hombres armados señalados como rusos, en la frontera con Colombia.

No es juego esta guerra iniciada por Putin y su desbordado ego e ignorancia; o, si se quiere, ausencia de evolución geopolítica, dado que aún predica y aplica la doctrina del “espacio vital”, cuya última expresión fue la excusa de Adolph Hitler para invadir a Checoeslovaquia y Polonia, para luego extenderse por toda Europa y el Magreb; con muchísimos simpatizantes en nuestra continente americano, desde los Estados Unidos hasta la Argentina; en donde aún aparecen, a pesar de estar fuera de ley, en manifestaciones supremacistas, muy de moda actualmente, portando la esvástica o la cabeza rapada.

Lo cierto es que en nuestra región tan apegada al principio de la “no intervención” en los asuntos internos de otros estados, ha sido muy intervencionista, incluso apoyado la intervención armada realizada por Vladimir Putin en Ucrania. No lo dudaron ni un momento, Venezuela a la cabeza, su apoyo a Rusia, quizás porque imaginan que Rusia es la adversaria de los Estados Unidos, y así demuestran una especie de solidaridad por principio.

No sé de cuáles principios, porque la gran mayoría de los refugiados chavistas, militares y no militares, no solo escogen España y Los Estados Unidos como refugio de sus capitales y seguridad familiar, sino que paraísos fiscales como Andorra y algunas islas del Caribe son depositarios de grandes sumas de dinero, expresadas en dólares y euros, fruto no de sus inversiones de riesgo sino del vulgar robo del patrimonio nacional. Panamá conoce mucho de eso, dado que las primeras compras masivas de inmuebles, vulgares por su desvergüenza, hechas por venezolanos, se hicieron a partir de los primeros años del gobierno del del difunto felón militar Hugo Chávez Frías.

Siempre me ha disgustado, dado el respeto que le tengo a la nueva gestión gubernamental salvadoreña, depositaria de tantas esperanzas de cambios de perspectivas, su postura de abstención expresada en las Naciones Unidas. Lo atribuyo, más a una reacción emocional ante los señalamientos, fuera de lugar, del gobierno de los Estados Unidos, y de la representante del partido demócrata por California, ante la gestión del nuevo equipo y generación concentrado en el actual Presidente, Nayib Bukele.

Es posible que el nuevo embajador designado, coadyuve a hacerle entender a la administración actual de los Estados Unidos, que los verdaderos aliados están de este lado, pero que hay que conocer sin prejuicios, los procesos históricos de cada país. Quizás, desde esta perspectiva, la abstención solo significa un mensaje.