Rzeczpospolita Polska, o República de Polonia, como es conocida en nuestra región, es un país de 38 millones de habitantes. La patria de Nicolas Copérnico y Marie Curie, colinda con Ucrania, Alemania y otros países. Por ser un vecino de Ucrania es que me encuentro aquí actualmente. Polonia comienza su historia con la adopción del catolicismo por su monarca Miecislao I en el año 966 y desde entonces ha sufrido invasiones de otras naciones, entre las cuales encontramos a la Alemania Nazi, y la misma Rusia, incluso llegando a convertirse en un satélite de la Rusia comunista en 1944. Hoy por hoy, es una nación democrática y miembro de la Unión Europea. El país ofrece educación universitaria gratuita, seguridad social financiada por el Estado y un sistema universal de atención de la salud para todos sus ciudadanos. Nación que cuida de sus ciudadanos y les ofrece una buena vida. Uno de los países más seguros de la Unión Europea.

Es mi primera visita al décimosexto país más visitado del planeta. Después de un viaje de más de 13 horas, arribé la noche del jueves. Los días son grises y fríos en Varsovia en esta época del año, la comida barata y los platos en los restaurantes abundantes. Me sorprende que las medidas de bioseguridad son inexistentes. La gente deambula por las calles sin mascarilla, restaurantes y museos a tope, como que si la pandemia nunca hubiese tocado tierra en esta parte del continente europeo. Me cuentan que hace tres días levantaron todas las restricciones asociadas a la pandemia. Extraña sensación. Aquí, en la capital del Polonia, se respira libertad, sin la angustia de pandemia ni de guerra. Todo es tranquilidad. Me imagino que en las zonas fronterizas con Ucrania será diferente.

Un par de días después de nuestro arribo a la capital de Polonia, nos movemos al paso fronterizo de Medyka, situado en la región Podkarpackie, a 304 kms. de Varsovia. Medyka es uno de los puntos de recepción de refugiados ucranianos más importante. Desde el 24 de febrero de 2022, más de 3 millones de refugiados ucranianos y nacionales de terceros países han entrado en Polonia a causa de la guerra en Ucrania. Las modalidades de cruce de la frontera más frecuentes son a pie y en autobús. La razón para elegir el cruce de la frontera es que es la ruta más directa a la frontera y la más conveniente para el futuro. Del total de personas que huyen de Ucrania hacia Polonia, el 91 % son refugiados ucranianos y el 9 % nacionales de terceros países.

En el caso de los ciudadanos ucranianos que abandonan el país con destino a Polonia, el 50 % son mujeres adultas y el 47 % son niños (21 % niños y 26 %, niñas). La proporción de personas mayores de 65 años (8 %) es considerablemente inferior a la de la población general (alrededor del 16 %), lo que podría indicar que las personas mayores son menos capaces o están menos dispuestas a cruzar la frontera, sobre todo teniendo en cuenta los largos tiempos de espera en los puntos de cruce. El tipo de alojamiento más declarado es alojarse en casa de familiares/amigos; sin embargo, el 15 % de los refugiados no sabe dónde alojarse.

Migraciones forzadas por guerras impuestas no son nuevas en nuestro planeta. Este tipo de migración, una de las más dolorosas y crueles porque te arrancan forzosamente de tu tierra y modo de vida, dejando familia e historia, sin saber cuándo regresaras. Observar esta gente desplazándose, con miradas de angustia y tristeza me transporta a la época en que yo mismo tuve que migrar de mi querida tierra por culpa de nuestra guerra civil. El miedo, la inseguridad, la incertidumbre de un futuro, la desaparición del esposo de mi hermana, las incursiones nocturnas a mi casa de ambos bandos, hacían la vida insoportable. Recuerdo vivamente el día que emigré y recuerdo cómo cada día añoraba mi querida tierra, mi gente, mi calor. Y hoy, cada vez que regreso a mi lugarcito en el oriente del país, lo siento tan mío que nunca lo quiero dejar ir. Nosotros, salvadoreños, estuvimos ahí, donde hoy están los ucranianos. Dios los ayude.