En el sermón de la montaña el Señor Jesucristo enseñó sobre la importancia de vivir en unidad, en paz y sin contenciones, dejando a un lado los sentimientos de venganza, que dicho sea de paso es uno de los males que más ha provocado luto y dolor a lo largo de la historia de la humanidad, dado que la venganza es un germen muy poderoso que se nutre del odio, del resentimiento y de las raíces de amargura, que conducen a la personas a querer tomar la justicia por sus propias manos, dejando a un lado el respeto a las leyes terrenales y despreciando el consejo de Dios establecido en la Biblia.

De modo que los seres humanos hacen a un lado sus principios cuando se trata de la venganza, que en todo su esplendor busca la satisfacción personal, por el contrario, la justicia siempre busca la armonía y la paz. Por ello en Mateo 5:1-6. Jesús dijo así: Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Las enseñanzas del Señor Jesucristo, buscan que los seres humanos vivamos quieta y reposadamente, sin embargo, las personas nunca nos confórmanos con ello, por esa razón aceptamos el discurso de odio, damos por sentado las mentiras que se dicen en el internet por grupos políticos o religiosos y en estos últimos tiempos ha surgido la agenda global 2030 que es el eslabón ideal para la división y el odio, la confusión y la mentira, que pone de moda lo malo, envolviéndolo de bueno, cuyo fundamento son las desviaciones sexuales.

Ahora bien, en El Salvador, estamos bien divididos, entre derecha e izquierda, católicos y evangélicos, pobres y ricos, los que apoyan al presidente y los que no lo apoyan, entre los que tienen empatía frente a los detenidos de forma arbitraria y que no le deben nada a la justicia, frente a los que se dejan minar por el mensaje de odio que es construido por ciertos funcionarios públicos que dan por sentados que todos los detenidos son pandilleros sin haberse probado lo contario. No hay duda que ahora por fin se puede caminar con seguridad en el país y solo una persona ciega no lo puede ver así.

Está claro que el país se conduce por buen camino en el tema de la seguridad, pero ha llegado el tiempo de evaluar el Régimen de Excepción, y ciertamente se pueden hacer ajustes que permitan continuar capturando a los que, si son pandilleros, y propiciando los espacios que permitan la liberación de todos aquellos salvadoreños que han sido capturados de forma injusta, que sin tener antecedentes penales y policiales han ido a parar a una cárcel, como tampoco eran requeridos por un juez, que son elementos esenciales para partir de una posible participación delictiva.

Digo lo anterior, porque el dolor de perder a un ser querido es el mismo, ya sea que murió a manos de los cobardes pandilleros o los 304 salvadoreños que ya van muriendo en los diferentes centros penales del país, no se puede minimizar el dolor, la vida de un ser querido es irrepetible y no es correcto continuar invisibilizando a las victimas de este proceso. Peor aun hacer mofa de ellos, dando por sentado que eran pandilleros, sin haber tenido la oportunidad de defenderse y presentar ante un juez su caso para demostrar su inocencia, de modo que no fueron oídos ni vencidos en juicio.

Así también han salido de la prisión mas de 7000 salvadoreños que fueron sometidos a un proceso al que nunca debieron de haber pasado, de los cuales, ciertos funcionarios públicos mal intencionadamente les llaman margen de error, pero como le reparamos el daño provocado a estos compatriotas, que a lo mejor muchos de ellos también fueron victimas de las pandillas, pero que lamentablemente fueron detenidos por algún mal elemento policial con abuso de autoridad o que simplemente se lo llevaron por una llamada anónima de un mal ciudadano. Es hora de ser empáticos y ponernos en los zapatos de los lloran.