Son malas noticias que Putin diga que si se pone loco (no dijo eso, pero casi) va a tirar para allá y para acá sus bombas atómicas. Se ve que no ha pensado en su puñetera vida en el horror de Hiroshima y de Nagasaki. Pero son buenas noticias que el almendro al que un infeliz día le dieron de alma para acabarlo, por la pertinaz lluvia del último mes y por la insobornable terquedad de su genética, se negó a arriar las banderas y ha dado hermosos brotes que anuncian hojas y ramas robustas.

Malas noticias son que el pan, la leche, los frijoles, las tortillas, la fruta cada día están subiendo de precio, porque eso quiere decir que el tablero económico se está descontrolando y puede llegar un momento en el que... Buenas noticias son las que llegan desde Marte, porque sugieren que la exploración del planeta rojo pareciera que en verdad va en serio o al menos que le están metiendo a aquello mucho billete. Pero a la vez son malas noticias que Elon Mosk quiera ponerle prisa a la ‘conquista de Marte’ y por eso anuncia vuelos tripulados para dentro de poco. ¿Ciencia o mercantilismo?

Buenas noticias son las que llegan con el anuncio (¡propalado por un banco de mucho fuste!) de que un minúsculo país del trópico aún tiene capacidad de endeudamiento, y claro, dice el banco de marras, no hay de qué preocuparse. ¿Es eso un eufemismo o un divertimento mental? ¿O quiere decir eso que el tal minúsculo país del trópico de cuyo nombre no quiero acordarme solo puede seguir prestando para pagar lo que antes le han prestado? Es decir, que endeudarse hasta casi la asfixia es el derrotero trazado.

¿Son buenas noticias tales anuncios que traen malas noticias? Porque malas noticias son sin duda las que llegan desde Ucrania, donde todo indica que Rusia está decidida a vapulear a ese país que al parecer no puede domeñar con facilidad y hasta podría Rusia quedar empantanada como le ocurrió en Afganistán en la década de 1980.

Buenas noticias son las que mis ojos corroboran, desde hace unos días, cuando la pareja habitual de torogoces regresó a posarse en el acacia,después de la masacre que se perpetró contra el almendro (ahora redivivo). Las malas noticias, sin embargo, pululan como las moscas, porque ahora resulta que el irresoluto conflicto entre Armenia y Azerbayán ha entrado, de nuevo, en fase explosiva.

Buenas noticias, empero, son aquellas que trae la brisa marina al atardecer de un día de septiembre, con crepúsculo incluido.

Malas noticias se posan sobre Italia ahora que la señora Meloni (custodiada por el escudero Berlusconi) ha ganado las elecciones e intentará abrir heridas y generar fisuras que tensarán la vida italiana, como lo haría VOX en España si pudiera o la señora Le Pen en Francia si lograra avanzar más.

Pero las buenas noticias también pujan por abrirse paso, y la previsible derrota de Bolsonaro en Brasil es un pequeño síntoma de sensatez entre las grandes masas informes de votantes que pudieron, sin edulcorantes, probar esa ‘medicina amarga’ que por cuatro años han tenido que ingerir. Pero Lula y el PT ¿corregirán los yerros que los llevaron a perder la aquiescencia ciudadana?

Son tiempos difíciles para establecer lo benéfico o lo dañino de las acciones globales y locales ejecutadas por los vectores políticos o económicos o militares (o los tres juntos), porque el rasero de la ‘posverdad’ tiene ahora estatuto de marca registrada.

Desde la propaganda rusa la intervención en Ucrania se presenta como un acto de legítima defensa y la secesión de los territorios ocupados se muestra como una genuina conquista (recompensa) a sus pretensiones hegemónicas. Considerando los informes ucranianos, sobre esa guerra impuesta, la peor parte recae sobre los hombres y mujeres comunes y corrientes que van quedando despedazados, en campos y ciudades.

¿Por qué no se dice también que esa guerra es un negocio para los grandes fabricantes de armas? ¿Y quiénes son los grandes productores de esos objetos letales? ¿No serán los mismos que piden la paz? ¿O acaso Elon Musk no cobra por el uso de sus satélites en Ucrania? ¿O las armas que llegan a Ucrania son regaladas?

La verdad de las mentiras es que a estos mercaderes no les importa ni una ni cien mil vidas humanas. ¿Y para eso quieren ir a Marte o a cualquier otro lado? ¿A depredar? Y si se diera el caso de que los terrícolas entraran en contacto con ‘otras formas de existencia’, ¿cuál sería su tarjeta de presentación? ¿Qué dirían? Vean, Señores X, este es nuestro mejor logro: ¡la destrucción de tan maravilloso planeta!