La visita de Bukele a Turquía es la imagen de quien desesperadamente chapotea con el agua al cuello y contra corriente buscando solución al inminente pago de irresponsables préstamos y rogando inversores que contribuyan al desarrollo económico nacional. Sus publicistas presentan mediáticamente la visita como un gran salvavidas inflado a reventar con todo lo que le quepa de expectativas, encubriendo la precaria situación de aislamiento por el cierre de puertas diplomáticas en el espacio regional tradicional, como resultado tanto de su deriva autoritaria como de “acuerdos con mafias locales”, creciente corrupción, falta de transparencia y recurrentes torpezas y desatinos en el manejo de las relaciones internacionales.

Las relaciones con Turquía no son una novedad, nuestro país las estableció hace 62 años y, en los últimos cinco, anteriores a este gobierno, el país ya sostenía intercambios y cooperación por la experiencia turca en áreas sensibles como la gestión integral del riesgo y cambio climático, manejo de desastres naturales y el fomento de las micro y pequeñas empresas. En ese mismo quinquenio, la entonces Secretaria General de SICA, Dra. Victoria Marina de Avilés, junto a todos los cancilleres de la región, se ocuparon de extender estas relaciones al ámbito político y comercial que fue capitalizado por Panamá; desde entonces también ha jugado un papel preponderante las fluidas y estrechas relaciones de Turquía con el Parlamento Centroamericano.

La reciclada idea de Bukele de hacer de El Salvador una “plataforma logística”, forzando a tubo la inclusión de sus fantásticos proyectos de trenes, aeropuertos, criptomonedas y satélites, fue presentada como toda una novedad en la visita; sin embargo, esa estrategia enfrenta la competencia de un largo trecho avanzado desde hace más de cinco años por sendos acuerdos Panamá/Turquía, en los que el país canalero ya es la plataforma comercial turca para la región y descansa en las ventajas comparativas de: un Canal Interoceánico, el “Hub de las Américas” que opera en su monumental aeropuerto internacional -en el que con regular frecuencia aterriza directamente Turkish Airlines-, amplia red de Tratados de Libre Comercio con diferentes países, un centro financiero internacional, una sólida institucionalidad constitucional, mucha estabilidad política y social, y un amplio marco de tradicionales y habilidosas relaciones diplomáticas de recíprocas puertas abiertas al mundo.

Que Bukele y su gobierno se preocupen por ampliar y fortalecer las relaciones diplomáticas globales y reconozcan un escenario mundial multipolar, es su obligación y prerrogativa Constitucional, no obstante, las prioridades diplomáticas deben partir del interés por el desarrollo nacional. Desde esa perspectiva, los énfasis y prioridades debe partir de intereses históricos, políticos, sociales, económicos, tecnológicos y culturales en los que la región Centroamericana, el Caribe y Mesoamérica (región SICA+Mexico y Colombia) representan no solo el 50 por ciento de nuestro intercambio comercial, sino fuertes lazos de historia, políticos y culturales. Bukele viajó miles de kilómetros hasta Ankara, pero ha sido incapaz de hacer una gira por Mesoamérica y el Caribe. Valga recordar que durante el semestre en el que le correspondió presidir el SICA jamás presidió, ni acudió a ninguna de las cumbres y tampoco presentó ninguna iniciativa.

La prioridad de Turquía está situada en Sudamérica, una región en la que cuenta con TLC con Chile y Venezuela, y negocia tratados con Colombia, Ecuador y Perú, desarrollando un comercio bilateral que supera los $12,500 millones de dólares; mientras que con El Salvador no supera los 50 millones.

Bukele no puede escabullirse a Turquía evadiendo su responsabilidad de establecer relaciones de mutuo respeto y cooperación con Estados Unidos, prioridad que debe ser independiente de la administración de turno en esa gran nación, esto debido a la responsabilidad del Estado salvadoreño sobre nuestra comunidad migrante de más de tres millones de salvadoreños en Estados Unidos, quienes contribuyen con mucho sacrificio a sostener a sus familias y por lo tanto al país. Esta razón sobra para demandar la asistencia cotidiana del gobierno y no solo durante las campañas electorales, debiendo ser un objetivo diplomático prioritario cabildear y promover ante las autoridades norteamericanas una solución permanente del estatus migratorio de nuestros compatriotas, tema sobre el que Bukele, Cancillería y sus diputados guardan un silencio sepulcral y prefieren distraer a la ciudadanía con un tik tok.