Extraño finalizar de año con la teología cristiana católica, en las breves líneas de esta columna; pareciere fuera de lugar, y en realidad lo pensé, dado que nada tiene que ver, en principio, la reflexión sobre temas tan reflexivos y hasta esotéricos con las festividades programadas de fin de año, en cualquier lugar del mundo.

No obstante, vengo de leer una carta que el sacerdote jesuita José Ignacio Gonzáles Faus y teólogo de profundidad, la acaba de escribir al igualmente sacerdote jesuita Marko Rupnik, nacido en Eslovenia con igualmente estudios de teología, escritor y artista, mosaista de fama mundial cuyas obras se encuentran incrustadas en numerosas catedrales, incluyendo en el Palacio Apostólico del Vaticano.

El caso que el sacerdote ha sido acusado de abusos sexuales contra hermanas de la Comunidad Loyola de Eslovenia; delitos éticos y jurídicos con consecuencias éticas y jurídicas para el artista sacerdote e incluso para la propia Comunidad de Jesús. El caso fue investigado por el Discaterio para la Doctrina de la Fe, y a Rupnik se le prohibió ejercer el sacramento de la Confesión, el ejercicio de actividades públicas y dirigir ejercicios espirituales; por un tiempo fue excomulgado, pero la pena le fue levantada posteriormente.

Nuestra inquietud no es sobre la debilidad de carácter del sacerdote en cuestión, o si las monjas consintieron o no en actos sexuales, o pecados, según el catecismo de la Iglesia católica. Y aquí entra lo ético y lo jurídico según el Derecho Canónigo, o el delito civil si los actos sexuales fueron cometidos sin el consentimiento de las víctimas (en este último caso).

De la violación de la ética sacerdotal y de las normas del Código Canónigo y de la Congregación como tal, ya se ocupa del padre Faus en su carta al colega Marko Rupnik, una pieza teológica que todos los cristianos deberíamos leer para entender, asumir y comportarnos, en todo lo que se pueda, porque somos humanos.

No hay dureza, condena en ella, y él no juzga porque no le corresponde, sino que hace un llamado a una acción determinada al padre Rupnik, que no dice cuál debe ser, pero que la debe asumir: “Me gustaría que comprendas que has hecho un daño enorme no solo a un grupo de religiosas (también aquí las cifras varían) sino a la Compañía de Jesús y a la Iglesia toda”, le escribe uno de sus párrafos.

Mi reflexión no va en este caso en concreto, que ha despertado preocupación no solo en el mundo jesuítico, quizá porque el Papa Francisco es, él mismo, miembro de la Compañía de Jesús sino en nuestra observación sobre la necesidad de cambios profundos en los dogmas o normas dogmáticas impuestas por la jerarquía vaticana a través de los siglos, que no tienen nada que ver con la Palabra del Evangelio y la predica de Jesús, por la cual nos llamamos cristianos y no otra denominación.

La mayoría de los apóstoles, sino todos, estaban casados o tenían compañeras, Jesús era seguido por innumerables mujeres y muchas de ellas fueron apóstoles como María Magdalena. Si alguien debería ser llamado líder feminista fue Jesús. Nunca las condenó ni les exigió un comportamiento diferente a la de los varones, por el contrario las reivindicó. Eso está claro.

Fue solo en 1.123 y en 1.139 que los Papas León IX y Gregorio VII prohibieron a los sacerdotes “casarse o tener concubinas”, ante la “degradación moral” existente”, según adujeron. Pero todos sabemos de las razones económicas y políticas existentes para aquel entonces, cuando la Iglesia fue un reino terrestre y hasta un imperio romano germánico.

Hoy en día, observamos, ya con menos asombro y más con cierta vergüenza, todos los escándalos sexuales protagonizados por innumerables sacerdotes y obispos en todos los continentes. Como epidemia se fueron abriendo los escándalos, las denuncias, complicidades, temores y daños irreversibles, que no se aplacan con indemnizaciones monetarias.

Todas las religiones cristianas, protestantes, anglicanas, episcopales, ortodoxas permiten el matrimonio sacerdotal, menos la católica. Casi todas ellas abrieron la puerta para el ejercicio sacerdotal a la mujer, menos la católica, que continúa siendo patriarcal.

El Papa Francisco ha dicho algo al respecto, ante una pregunta de un periodista, respondió: “el celibato no es un dogma de fe, es una regulación eclesial” .