Oscar Yanes fue un periodista venezolano que gozó de mucha popularidad; se inició como reportero, dirigió diarios, programas de televisión, fue parlamentario y escribió libros, normalmente sobre temas costumbristas e históricos de nuestra nacionalidad. Sencillo, dicharachero, murió en el 2013, recién cumplidos los 86 años.

Meses antes concedió una entrevista en la televisión donde interrogado sobre las arbitrariedades y abiertas corrupciones del llamado Socialismo del Siglo XXI (tiranía chavista-madurista que ya va para los 23 años) hizo una curiosa y coloquial interpretación y comportamiento de las fuerzas políticas de oposición, al enfrentar la narcotiranía que oprime y disuelve la nación.

Parte el comunicador con la comparación entre un ñu y un toro de lidia español. El ñu, cuyo nombre científico es “connochaetes taurinus”, pertenece a la especie de mamíferos bovinos que habita en zonas del centro y sur del continente africano, y que a diferencia del toro de lidia, no embiste frente a una capa o movimiento, se deja tocar los cuernos, y en ese instante ataca, cuando no hay escapatoria posible.

Un torero sabe eso, y jamás intentaría lidiar un ñu ni tocarle los cuernos, porque sería muerte segura. Es decir, al toro se le acerca el “mataor” de una manera y al ñu, si lo hiciere, de otra, porque si se le arrima como lo hace con el toro, terminaría en la enfermería.

El periodista, de una manera coloquial, quería evidenciar los errores irreparables cometidos por la oposición al enfrentar la tiranía.

A un régimen como el venezolano no se le puede derrotar como si se estuviera enfrentado un gobierno que se somete a las reglas de la democracia. Habría que hacerlo por todos los medios, cónsonos con el enemigo al cual se enfrenta.

“Jamás entenderé cómo pasó eso”, me contesta el editor jefe de este diario, cuando le hago llegar el video de la entrevista, por considerarlo de interés, dada su experiencia y vivencias del pasado.

Lo cierto es que muy poca gente puede entender cómo la democracia más sólida de nuestra América, que durante 40 años continuos consolidó las estructuras del Estado, realizó la reforma agraria apadrinada por el presidente Kennedy, llevó adelante la sustitución de importaciones, impulsó la integración latinoamericana, el Pacto Andino, la Alalc, derrotó la guerrilla castrocomunista, llevó adelante la política de pacificación, creó el Programa de Becas Gran Mariscal de Ayacucho, inundó de escuelas, liceos y universidades la geografía nacional, fundó la OPEP, nacionalizó la industria del petróleo sin confiscaciones, violencia ni arrogancias, creó el Acuerdo de San José junto con México, impulsó la doctrina Betancourt, mediante la cual rompía relaciones con gobiernos de hecho, logró la expulsión de Cuba de la OEA, respaldó las luchas contra dictaduras continentales y guerrillas marxistas que pretendieron llegar al poder por la vía de hecho, pudo haber terminado en una tiranía sustentada en la represión, el crimen internacional organizado y la corrupción.

Carlos Andrés Pérez (1989-1993) asumió su segundo periodo presidencial con una pesada deuda pública externa, pero con la decisión de instaurar una verdadera economía de mercado, la privatización de numerosas empresas públicas y el pago de la deuda pública. Y he aquí la respuesta de “cómo fue posible que Venezuela terminara en eso”.

CAP conformó un gabinete técnico y no político, algo que no le perdonó su propio partido Acción Democrática, con el cual pretendió modernizar la estructura económica, abriéndose a la libre competencia sin la protección del gobierno; de modo que la reacción de los grupos económicos tradicionales fue feroz, se les caía su capitalismo protegido, teniendo que ir a la incierta competencia de la ley de la oferta y la demanda. Banqueros, financieros, medios de comunicación, empresarios, se unieron a las acciones de los vetustos políticos tradicionales y los llamados “notables”, para generar un ambiente de incertidumbre y malestar social que culminó en un juicio por malversación de fondos. Juicio que no fue jurídico sino político, ya la decisión estaba tomada, por una Corte Suprema irresponsable, cómplice y criminal.

“La malversación” fue el haber traspasado los fondos de una partida presupuestaria a otra, sin autorización del Congreso. Fueron 4.5 millones de dólares destinados a garantizar la protección, una vez ungida como presidenta, de doña Violeta Barrios de Chamorro.

Ese juicio, esa condena política, malévola de una sociedad frívola e inconsciente de la clase dominante, que terminó apoyando la traición de un militar ignaro y perverso, que no entendió ni asumió el cambio de los tiempos, es lo que explica “cómo pasó eso”.