Embelesados como estamos -casi todos- por los extraordinarios resultados del combate directo, descarnado, contundente contra las maras; así como también la nueva y refrescante imagen que se proyecta de El Salvador al mundo, a algunos se les olvida que, a parte de la seguridad ciudadana, de vivir en paz y tranquilidad sin el acoso de las clicas, también hay otros temas de suma importancia para que el país no solo se sostenga y mantenga, sino que también despegue.

De los diferentes mandatos específicos que le da la Constitución al titular del Órgano Ejecutivo están los de proveer educación universal (de la más alta calidad posible), establecer las condiciones para que surjan nuevas y mejores fuentes de trabajo, brindar todo un sistema de salud preventiva y curativa, fomentar la cultura y el deporte, etc.

Pero la base sobre la que se sostiene todo ello y lo hace posible no es lo “cool” que pueda ser el presidente de turno, ni que les haya pegado una gran paliza a los partidos que prometieron tanto e hicieron tan poco; o por sus frases ocurrentes y (más o menos) chistosas. Ni tampoco la fe y sus creencias, porque ello no hace que el grano florezca, las industrias se desarrollen ni los productos nacionales sean codiciados en el exterior. Todo depende de la fortaleza de todo el sistema económico y allí, mi gente, no importan los discursos grandilocuentes, los clips al estilo MTV, los miles de troles hablando maravillas del Ejecutivo. ¡Para nada! Allí lo que hablan, mandan y ubican son los números, y los números no mienten.

Datos que están al alcance de unos cuantos clics y que nos dirigen a las páginas web de CEPAL, FMI, BM, BID, OMC, etc., nos dicen que El Salvador no supera el 3% en el índice de desarrollo económico desde hace unas cuantas décadas, cuando la base ideal es alcanzar un 4% y no bajar de allí buscando los números bonitos: 5% o 6% que son buenos, y lo utópico, un luminoso y liberador 8%.

Por lo que yo he visto durante años de estar atento a estos datos, nuestro país ha andado oscilando entre el 1.5% al 2.5%. Eso es muy decepcionante. Solo hemos alcanzado el 3% el 2000 y el 2022, y este año, en particular, por el regreso a la normalidad después del encierro.

La pandemia, la invasión a Ucrania y la inflación han sido un serio problema, y es de aplaudir a la administración Bukele por mantenerse y no hundirnos, no obstante asusta el terrible endeudamiento por el gasto arbitrario no presupuestado de un gobierno conocido por autoritario.

Dentro de los estudios revisados se señala que la banca es fuerte, el consumo interno muy bueno, la manufactura ha dado un respingo gracias a cierta normalización de la economía norteamericana, pero cuando ya vamos en la recta final del gobierno bukelista, las preguntas más básicas surgen. ¿En qué hemos avanzado en materia económica?

En agricultura: ¿qué productos despuntan y cuánto han crecido? ¿Adónde se venden? ¿Se han abierto nuevos mercados internacionales o, al menos, los ya existentes han crecido? En industria: ¿han surgido nuevas industrias? ¿Qué inversión extranjera directa ha decidido por El Salvador, es decir, para tener su base acá?

Esos sectores primario y secundario mencionados son los que generan divisas, mayor cantidad de empleos y, en consecuencia, dinero en manos de más salvadoreños que lo hacen circular. Se pagan más impuestos, el gobierno tiene más efectivo para el cumplimiento de sus mandatos constitucionales y, si es un gobierno inteligente, invierte en industrias nacionales que fabriquen y vendan productos que sean codiciados en el exterior. Puede ser desde el campo de la moda hasta componentes tecnológicos para estaciones espaciales, pero que invierta en algo que sea nuestro para vender al exterior, quiero decir: dejar de ser solo una gran maquiladora.

No obstante, la respuesta a todas aquellas preguntas es: nada, cero, no hay nada nuevo en nuestra economía. ¿Entonces? ¿Cuál es la gran algarabía por este gobierno? ¿De dónde acá el 85% de aprobación?

Agregaré, finalmente, que el FMI dice que el bitcóin sigue siendo un problema muy serio por su primordial carácter especulativo. Siendo optimista, ahora es cuando El Salvador puede despegar, pues gobierna (y se reelegirá) una persona que concentra todos los poderes en sus manos. Solo falta que entienda que la economía es la base de todo y que hay que ponerse a trabajar.