José Mejía, de 31 años, licenciado en Mercadeo, contrajo nupcias el sábado 17 de diciembre del año pasado en su natal San Juan Opico, La Libertad. Con su esposa se fue a vivir a una populosa colonia en Lourdes, Colón, desde donde viajaba todos los días en su motocicleta hacia Santa Ana, donde trabajaba como supervisor de ventas de un almacén.

Una noche, a mediados de junio pasado conducía su motocicleta desde su lugar de trabajo hacia su vivienda. Ese día, tras la jornada laboral, había estado consumiendo bebidas embriagantes celebrando que esa quincena había recibido un bono extra por lo bueno que estuvieron las ventas. Casi en completa ebriedad abordó su motocicleta y partió rumbo a su hogar, pese a que sus mismos compañeros le pedían que no lo hiciera por su estado de embriaguez.Cerca de la zona franca de Ciudad Arce, perdió el control y se estrelló contra un cabezal estacionado a la orilla de la carretera. Su muerte fue instantánea. Su mujer, ahora viuda a los 24 años. parió a finales de septiembre pasado a un varoncito que lleva el nombre de su padre, pero que crecerá sin la protección de su padre biológico.

En el bulevar de la Costa del Sol, en San Luis La Herradura, departamento de La Paz, el domingo de la semana pasada falleció Arístides Hernández Molina, de 36 años, quien se conducía en su motocicleta y por falta de pericia perdió el control. Al caer se golpeó la cabeza y como no llevaba casco de protección, ese golpe fue mortal, pues falleció minutos después, cuando era trasladado hacia un centro asistencial Probablemente si, como la ley manda, hubiera llevado casco, no hubiese fallecido.

En Semana Santa pasada, Denilson Méndez, de 21 años, decidió ir a la playa con unos amigos. Desde San Marcos, se dirigieron hacia La Zunganera, donde disfrutaron todo el día. Se bañaron, consumieron licor y droga. Ya casi de noche decidieron regresar. Cerca de Olocuilta, Denilson, que no tiene licencia para conducir motocicleta, perdió el control, se estrelló contra la barda de seguridad y cayó contra el pavimento. Sus amigos los auxiliaron y una patrulla policial lo trasladó de emergencia a un hospital de la capital, donde tuvieron que amputarle la pierna izquierda. Una grave lesión en la mano derecha se la dejó inmóvil. Este joven era estudiante de tercer año de Idiomas en una universidad privada y ahora vive sumido en la depresión y arrepentido por ese “día loco” de juventud.

El factor común en los tres casos descritos es la irresponsabilidad. En dos casos conducían en estado de ebriedad y en el otro, simplemente el conductor lo hacía sin el instrumento de seguridad necesario –casco de protección-. A Denilson lo conozco porque es hijo de un excompañero de la universidad. El joven, que está en tratamiento psiquiátrico, me contó que era la tercera vez que conducía la motocicleta de su hermano mayor. Ese día, sin tener licencia, se la llevó sin pedir permiso. “Menciona mi caso” me dijo, como una forma de arrepentimiento tardío y de hacer conciencia en otros jóvenes que se debe conducir con responsabilidad y respetando las señales de tránsito en todo sentido.

Los accidentes ocurren de manera inesperada, pero los podemos evitar o aminorar sus consecuencias negativas. Si un motociclista usa casco protector, reduce en un alto porcentaje las posibilidad de morir en un accidente. Si conduce sobrio, tiene su capacidad de concentración casi al ciento por ciento y por ende reduce las posibilidades de un accidente. Respetando el reglamento y los límites de velocidad, la probabilidad de un percance vial se reduce considerablemente.

Cuando conducimos somos responsables de nuestra propia vida, de la vida de nuestros acompañantes, de otros conductores y de los peatones. Incluso somos los responsables del bienestar de nuestro entorno social y familiar. Tras la persona que muere hay viudas (os), huérfanos, seres queridos que sufren por el hecho. La muerte de una persona en accidente vial arrastra a terceros que sufre de alguna manera las consecuencias.

Las cifras son espantosas. Desde el 1 de enero hasta el 31 de octubre pasado un total de 419 personas que se conducían en motocicleta, ya sea como conductores o pasajeros, murieron en accidentes de tránsito. En ese mismo período 2,463 resultaron con lesiones, la mayoría con fracturas y algunos minusválidos para el resto de su vida.

Según el Observatorio Nacional de Seguridad Vial a diario ocurren ocho accidentes de tránsito en los cuales está involucrado un motociclista, siendo la principal causa la falta de pericia, el irrespeto a las señales de tránsito y la conducción peligrosa al hacerlo en estado de ebriedad. A eso yo agrego la falta de conciencia y responsabilidad al conducir a la ofensiva y no a la defensiva, como manda la lógica de la sobrevivencia.

Todos los conductores estamos expuestos a sufrir accidentes viales, pero en el caso de los motociclistas las consecuencias suelen ser más fatales, por eso se necesita una pericia especial. Me llama la atención cuando el Viceministerio de Transporte y las autoridades de tránsito reconocen públicamente que cerca del 50 por ciento de los motociclistas no tienen licencia de conducir. Si ese dato es real, por qué no decomisan tantas motocicletas conducidas por estas personas. Se debe ser estricto y no permitir motociclistas sin licencia, sin casco, sin reflectores, o con más de un acompañante.

A los motociclistas –y a los conductores de vehículos de todo tipo- se les debe dar una concienzuda formación antes de darles la licencia. En el caso de los motociclistas para que no rebasen por puntos ciegos, para que no hagan carriles imaginarios centrales o terceros carriles inexistentes, para que no realicen pericias innecesarias ni en estado de ebriedad, para que no corran hacia la muerte.