Una llamada de auxilio fue emitida el pasado 13 de junio por un barco pesquero que navegaba por el mar mediterráneo. En su cubierta se transportaban más de 700 personas que buscaban el sueño europeo. El viaje de este barco comenzó en las playas de Garabulli, en Libia. La inmensa mayoría de sus viajeros provenía del África Subsahariana, escapando de la miseria y la violencia de sus respectivos países, buscando una mejor vida para ellos y sus hijos.

Según Nawal Sufi, la activista italiana/marroquí, que recibió la llamada de auxilio de uno de los viajeros, la embarcación se encontraba frente a las costas de Grecia, muy cerca de la ciudad de Pilos. Hasta el momento se han recuperado 78 cadáveres y 104 supervivientes, convirtiéndose así en una de las mayores tragedias de la ola de inmigrantes que azota al continente europeo. Esta última tragedia ocurre a pesar de que la organización Alarm Phone – Una red de activistas en Europa y el norte de África que recibe los SOS de barcos de migrantes en apuros- compartió las coordenadas del barco con las autoridades griegas y el Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU (ACNUR).

La ayuda requerida para salvar las vidas de hombres, mujeres y niños, nunca llegó. Eran pobres, africanos, analfabetos, y hambrientos. La Organización Internacional para las Migraciones ha registrado mas de 21 mil muertes y desapariciones en el Mediterráneo central desde 2014. El mar de la muerte le llaman, algo similar como la locomotora de la muerte de México.

Al otro lado del mundo, en la costa del Océano Atlántico, el sumergible Titan era remolcado por el barco “Polar Prince” desde la isla San Juan de Terranova, en Canadá, con destino hacia el lugar del hundimiento del Titanic. Era viernes 16 de junio, tres días después de la tragedia en el mediterráneo. A bordo del submarino se encontraban 5 personas, la mayoría de ellos millonarios que habían pagado 250 mil dólares para sumergirse a más de 4 mil metros para observar los restos del famoso barco, hundido el 15 de abril de 1912, y en el que más de 1,500 personas perdieron la vida.

Dos días después, el domingo 18 de junio, la empresa Ocean Gate Expeditions informó que se había perdido comunicación con el submarino. La llamada de auxilio de dicha compañía provocó una reacción inmediata de la Guardia Costera de Estados Unidos, en conjunto con especialistas de Canadá y Francia, con el propósito de localizar la nave, en una zona ubicada a mil 450 kilómetros del Cabo Cod de Massachussets. Por países, Estados Unidos empleó tres aviones de transporte C-17 del Ejército, a los que se sumaron varios equipos de apoyo, embarcaciones sumergibles y un dron acuático, que tiene la capacidad de hundirse a 20,000 pies. Por su parte, Canadá envió un avión patrulla y dos barcos de superficie, cuya tripulación está compuesta por médicos especializados en medicina de buceo. Francia se sumó también a la búsqueda con un barco que llevaba un robot submarino y personal preparado para este tipo de situaciones.

Durante seis intensos días todos estos inmensos recursos de equipos de búsqueda marina se utilizaron frenéticamente por encontrar al sumergible y sus ocupantes. Desde el lunes por la tarde, el contraalmirante John Mauger, de la Guardia Costera estadounidense, declaró que la embarcación disponía probablemente de entre 70 y 96 horas de oxígeno para los pasajeros. El jueves 22 de junio era la fecha límite para encontrar con vida a los 5 tripulantes del submarino. Ese mismo día, restos del submarino fueron encontrados por un robot en el fondo del Océano Atlántico. La Guardia Costera dio por muertos a los cinco integrantes de la tripulación. Una implosión catastrófica debido a una grieta sufrida por la nave es la explicación del siniestro que se plantean los expertos. El costo aproximado de los esfuerzos de búsqueda asciende a más de 6 millones de dólares.

Vivimos en un mundo de ricos y pobres, bonitos y feos, obesos y escuálidos, blancos y de color. Todos somos humanos e iguales ante los ojos del creador, y de muchas leyes globales y nacionales. Sin embargo, me parece que, en nuestro mundo, Dios está desempleado.