El Salvador, un país con un territorio de casi 21,041.79 kilómetros cuadrados está dividido en 14 departamentos que en conjunto tienen 262 municipios, cada uno con un concejo edilicio (y un alcalde) y por consiguiente con una alcaldía municipal que constitucionalmente debería ser autónoma en lo administrativo y en lo financiero. En la práctica la “autonomía” depende de criterios estrictamente políticos, partidarios y hasta personales. Hace unos 20 años participé en un foro de municipalismo y reordenamiento territorial el cual fue promovido por varias ONG de El Salvador. Me tocó exponer el tema de “Estrategias comunicacionales aplicadas a la idiosincrasia del municipalismo”. Recuerdo que les explicaba que la cantidad de municipios era desproporcional al tamaño del territorio y que lo ideal fuese crear mancomunidades de municipios o distritos zonales con mayor autonomía y con mejores administraciones enfocadas hacia el desarrollo local de las comunidades, de tal manera que desaparecieran las gobernaciones departamentales y los concejos municipales y se crearan concejos mancomunales zonales con un solo alcalde o presidente mancomunal.

En aquel foro donde participaron concejales y alcaldes de Honduras, Guatemala y El Salvador, mi planteamiento les pareció descabellado, incluso dijeron que eso era imposible e inconstitucional, así como atentatorio contra los municipios que tendrían que desaparecer. Hasta entonces ni ahora nadie ha hablado de desaparecer municipios, simplemente de hacer un reordenamiento territorial bien definido y normado, pero sobretodo que acorte los procesos burocráticos, que reduzca el despilfarro o la corrupción edilicia, que genere más desarrollo infraestructural y mejores condiciones de vida. Por ejemplo, si Citalá, La Palma, San Ignacio, San Fernando, La Reina y otros municipios vecinos de Chalatenango crearan una región o mancomunidad, tendrían un solo concejo con un alcalde y ellos seguirían conservando sus fiestas patronales, sus ligámenes vecinales, sus tradiciones, sus diversiones, su convivencia social y sobretodo su nombre.

¿Cuáles serían los beneficios? pues menos burocracia, menos despilfarro y más proyección mancomunada, lo cual se transformaría en obras locales ampliadas y más fortaleza jurisdiccional, verbigracia caminos vecinales amplios que unan a más comunidades. Hasta ahora lo municipios construyen o mejoran calles solo en su territorio. Apenas el cantón, el caserío o la comunidad vecina cuenta con calle de acceso en deplorable condiciones porque pertenecen a municipios con alcaldes y concejos diferentes y para colmo partidarizados.

Hace algunos días el presidente Nayib Bukele lanzó esa posibilidad a través de redes sociales y casi de inmediato surgieron las voces de apoyo y desaprobación. Hasta ahora solo es una idea sin mayor explicación pero que en lo personal considero que vale la pena reflexionar sobre ellos y someterla a pesos y contrapesos, porque desde luego que ello implicaría un profundo proceso democrático donde las fuerzas vivas deben participar. Pasa por una reforma constitucional hasta la creación de una clara normativa que deje bien sentado cómo sería un eventual proceso. No solo se trata de agrupar municipios o jurisdicciones vecinas y por mandato legislativo o ejecutivo decidir sobre ellos. Se trata de hacer un proceso participativo amplio que pase por un debido y justo método. Esto debe llevar su tiempo de análisis y consultas. La participación ciudadana sería fundamental.

Agrupar municipios en regiones o mancomunidades ya se ha hecho, por ejemplo la región Los Nonualcos, solo que cada municipio conserva su autonomías edilicias y solo comparten afinidades económicas, productivas, poblaciones, etc. que les permite en algunos casos lograr mejores gestiones, especialmente ante las comunidades internacionales. Así, para el caso, logran que un país donante les apadrine un proyecto de vocación turística.

Siendo un país tan chico territorialmente hablando, es fácil que tengamos muchísimos aspectos en común, pero también tengamos muchas “pequeñas” diferencias que hay que superar. El orgullo y el sentimiento de pertenencia es tan humano como necesario. Es aquí donde entran en función las estrategias comunicaciones que busquen generar conciencia y conocimiento real. Que mi pueblo Olocuilta se vaya a unir a Cuyultitán, San Juan Talpa, San Francisco Chinameca, Talpahuaca, San Luis Talpa y otros en una mancomunidad, no quiere decir que va a desaparecer. Al contrario el concejo multirregional o zonal pensará en obras más grandes que beneficien a la totalidad de los municipios socios a fin que estén bien interconectados. A lo mejor ya no se llamen municipios, sino regiones, áreas, comunidades, etc. El cantón La Esperanza seguirá perteneciendo a la región Olocuilta y a su vez a la mancomunidad I (o II, III, etc) del departamento de La Paz.

Actualmente hay decenas de municipios de menos de mil habitantes y con territorios muy pequeños, contra otros municipios grandes territorialmente y con mucha población. Las fortalezas de unas comunas pueden servir para superar las debilidades de otras. Hay alcaldías con pocos habitantes y saturadas de empleados, generalmente empleados que responden a intereses partidarios o particulares (en los casos de nepotismo) y no a los intereses de los pobladores. Esto último tendría que desaparecer en un concejo ampliado. Los locales de las alcaldías tendrían que mantenerse como oficinas distritales con todos los servicios y con el personal suficiente para brindar una afectiva y efectiva labor. En cuanto a cómo se elegirían los concejos multirregionales y cientos o miles de aspectos, es lo que se debe consensuar con la participación ciudadana. Al final todos debemos ganar. Reducir municipios es una posibilidad bastante viable, pero hay que analizarla detalladamente y con mucha conciencia, sin criterios partidarios y buscando mejorar el desarrollo local para todos. Vale la pena reflexionar.