Hay en Honduras, un proceso anti democrático en marcha. Forma parte de los aires totalitarios que se abaten sobre Centroamérica. No solo es la dictadura de Nicaragua, la gran cárcel de El Salvador y el pánico general de Guatemala. También hay aquí un peligro general, que anuncia otra vez, la dictadura. El “gobernador” del país, esposo de la presidente nominal Xiomara Castro, acaba de argumentar la necesidad de hacer un cambio. Y para darle, carne y sentido, ha firmado un convenio con el gobierno cubano para darle asesoría al Ministerio de Educación.

Amparados en tal convenio, educadores cubanos llegaran a Honduras, para preparar a las nuevas generaciones, a fin que acepten dócilmente, la superioridad del gobierno, la majestad de los gobernantes y cada uno de los hasta ahora ciudadanos, admitan que son culpables, por no estar a la altura de los sacrificios que hace la familia gobernante, para buscar que Honduras mejores derroteros. Por supuesto, escondiendo el verdadero sentido de las cosas. Porque lo que se busca es, preparar a las nuevas generaciones para un proyecto de largo plazo, en que sintiéndose culpables, entreguen su voluntad de sacrificio e incluso pidan que, se les castigue por quejarse y carecer de la voluntad de vivir en una nueva sociedad del fracaso en que, el único consuelo es que todos serán pobres o miserables, menos la familia Zelaya que, seguirá siendo el modelo ante el cual todos medirán sus conductas subordinadas.

Los educadores cubanos no están capacitados para dirigir a las nuevas generaciones al éxito. Eso es pensamiento burgués, ilusión que termina en manos del capitalismo explotador de los Estados Unidos, dicen los titulares de educación de Honduras. Porque si se tratara del éxito, los educadores a contratar no serian los cubanos que, han fracasado absolutamente, de tal manera que tienen el merito indiscutible no solo de haber destruido la Cuba de antes de 1959, sino que ademas, no han podido crear una sociedad socialista, emparentada con el bienestar que mantenga su calidad igualitaria.

Han construido un imperio de la pobreza, con círculos de marginalidad, dependientes de las remesas; y en que, los miserables, los marginados de los marginados, huyen de la isla, desesperados, en camino a los Estados Unidos. Es decir que los educadores cubanos, con todo, no han podido enseñar a aceptar que el mayor sentido de culpa imaginable, como el que sintieron los judíos durante los totalitarismo europeos, como para quedarse paralizados del miedo, incapaces de huir siquiera, aunque la celda estuviera abierta.

Hace unos pocos años, vivo Fidel Castro, una periodista española residió, entre los escombros de la Habana, con una familia pobre, negra. Es decir, marginal, dentro de la marginalidad. Y contó que al final, le quedó en claro, el sentimiento de culpa de todos sus integrantes, por su incapacidad para sufrir sin queja alguna; y estar a la altura de lo que esperaba el Comandante. Es decir que los culpables, siempre eran ellos, por todas las desgracias que pasaban. Enrique Krauze, en “Spinoza en el parque México”, dice que Havel, habló del sentimiento de culpa que lo persiguió incluso cuando, ejerció de Presidente de la República. El sentido de culpa, empezaba por el crimen de estar vivo, porque el sistema educativo , político y judicial, lo había quebrado desde adentro, de modo que aunque la persona sobreviva, aunque llegue a ser Presidente de la República, será un dominado, un instrumento de manipulación totalitaria .

Los hondureños empiezan a entenderlo. Todavía, confían en la incompetencia y la mediocridad de los Zelaya. Conocen su inhabilidad para gobernar y dar resultados. Por ello, hasta ahora, ven que son hábiles para que no juzguen al sistema, no reclamen buenos servicios; ni exijan que el gobierno su obligación de trabajar para que les permitan vivir sin miedo. Sin embargo, ante la falta de resultados, una fuerte oposición esta creciendo. Porque los lideres opositores saben que, una vez que dominen Honduras, caerá El Salvador, donde están encarcelados los delincuentes. Después irán los inocentes; y aunque otra vez, abran las cárceles, nadie querrá salir, porque todos se sentirán culpables.
Por eso, en Honduras, empieza a crecer una resistencia que hará que aquí, esté marcada la linea roja, de la defensa de la libertad y la democracia. Aquí, los futuros culpables, están resistiendo todavía