Hitler no tenía excusa alguna para tal despropósito, pero al igual que ahora como lo hizo Putin, alegó que Polonia conspiraba con Francia y Gran Bretaña para desmembrar Alemania. La excusa de Putin fue que Ucrania había decidido: 1) integrase a la Unión Europea y 2) hacerse miembro de la OTAN; todo lo cual constituía un potencial peligro para la integridad territorial y seguridad de su amada Rusia.
Sin ánimo de hacer planteamientos académicos, sino de actuar como simple vulgarizador de ideas, filosofías, estrategias geopolíticas o remontarnos a la historia de la humanidad en su ansia de expansión en búsqueda de seguridad, dos expresiones en políticas se desarrollaron en la comunidad internacional. A lo menos en aquellas sociedades más avanzadas y dominantes del mundo occidental. Una de ellas fue la “Realpolitik”, concepto y término de origen alemán atribuido a Otto Von Bismark, conocido como Canciller o Mariscal Bismark, padre de la unificación alemana (1815-1898).
La “Realpolitick” política práctica, realista, oportuna, en definitiva son las acciones que emprendió para garantizar equilibrio de poderes en Europa sin consideraciones valorativas, éticas, justas, religiosas o ideológicas. Bismark logró hacerlo y le funcionó. De alguna forma fue lo que aconsejo Maquiavelo al Príncipe, y el Cardenal Richelieu al rey Luis XIII (el mismo de los Tres Mosqueteros de Dumas).
A su muerte se inició un proceso de sustitución de la Realpolitik, por la “weltpolitik” o” política mundial”, mediante la cual Alemania consideró necesario el rearme y la expansión territorial, no solo en Europa sino en ultramar. Lo primero fue el rearme y lo segundo, la construcción de una armada que superara a la inglesa en el control de los mares. Como puede constatarse esta nueva geopolítica introducida en Europa condujo a la Primera Guerra Mundial, y luego a la Segunda, cuando el “espacio vital” (Lebensraum) sustentado en las teorías de Frederick Ratzel, Rudolf Kejllen y el mismísimo Darwing justificaron la expansión territorial, para asegurar la grandeza nacional.
Esta caduca, destructiva e inútil teoría ha sido la excusa de Vladimir Putin para invadir a su vecina Ucrania, su participación en guerra de Siria, Chechenia, Georgia, Crimea, Kazajistan, y sus bases militares en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Solo hay que pararlo a tiempo, si es que lo hay; sin pensar en la realpolitick ni lo politicamente correcto.
Y tomamos el término “políticamente correcto” para enraizarlo con la realpolitck, aunque hoy en día se ha vulgarizado de tal manera que nada tiene que ver con su origen, y se encuentra más deteriorado que el reguetón.
En la actualidad la expresión “políticamente correcto” se generó a mitad del siglo XX, como un deber ser. Esto es, el comportamiento que se debe adoptar, la palabra que se debe decir o evitar para no menoscabar, herir o vulnerar un derecho; para no menospreciar o disminuir a una persona o una situación debido a la raza, religión, preferencia sexual, política, nacionalidad o minusvalía.
Lamentablemente, con el tiempo, degeneró en un complacer a todos, a decir o dejar de decir lo correcto en cuanto a los valores humanos se refiere, para estar de acuerdo con todos, donde la ética, la verdad y el deber ser, es sacrificado para no perder votantes, simpatías o popularidad. Lo que nos ha conducido al relativismo moral, a un dejar hacer y dejar pasar, para no ofender.
Las consecuencias de esto último nos llevan a la aparición y aceptación de un Putin, Ortega o Maduro, hasta la de un actor comediante que se permite hacer un chiste de la enfermedad y estética de una mujer, pero condenar la reacción del esposo ante el despropósito del comediante.