Se terminó Catar 2022 con la tercera victoria mundialista de Argentina (1978, 1986 y 2022), hazaña que honra y reivindica a toda nuestra América después de veinte años sin victorias mundialistas. Pese a nuestra distancia geográfica, éste ha sido el mundial de mayor visibilidad gracias a la acelerada expansión del internet y las plataformas sociales que continúan revolucionando la comunicación humana, las que nos permitieron disfrutar en tiempo real desde cualquier locación y con cualquier dispositivo móvil, las incidencias del magno evento. Muy importante fue un meticuloso arbitraje reforzado tecnológicamente, desde el mundial anterior, con el VAR (Video Assistant Referee), permitiendo una mayor precisión y transparencia en la aplicación de la justicia deportiva.

La proeza alcanzada por Lionel Messi al frente de la albiceleste consolida su legado como uno de los mejores jugadores del mundo, y que en esta oportunidad fue capaz de liderar su selección hasta superar en legítima revancha la pérdida sufrida en el amargo partido de octavos de final de Rusia 2018, cuando aquel 20 de junio Francia descalificó a Argentina (4-3). Hoy, este triunfo enaltece al pueblo argentino y es el mejor tributo a la memoria del legendario Diego Armando Maradona que sigue siendo recordado como uno de los mejores futbolistas argentinos de todos los tiempos y principal artífice de la victoria mundialista de Argentina en México 86.

Concluida la fiebre mundialista, iniciamos el descenso a la realidad, aterrizando en el tórrido puente de las festividades navideñas; una época propicia para reflexionar sobre las condiciones del fútbol nacional, no solo por el aciago conflicto que transita la FESFUT sino también por el descalabro que padece el deporte debido a la ausencia de una política nacional y la pérdida de capacidades municipales por el severo recorte del FODES y el consiguiente abandono de las canchas e infraestructura deportiva municipal y comunal que solo evidencia la imposibilidad de los Concejos Municipales para la promoción del deporte como una de las principales acciones preventivas en materia de seguridad pública.

Entre gallinas y medias noches de Navidad y para impedir que todas las mujeres salvadoreñas cotizantes pudieran hacer uso del 25% de su ahorro, el gobierno aprovechó el desconocimiento, la baja cobertura de la seguridad social y el estruendo de la cohetería para imponer una escuálida reforma de pensiones que está muy lejos de resolver el grave problema previsional del país, encubriendo así su artero propósito de chupar los ahorros de pensiones para cubrir el abultado endeudamiento público, agravado por la corrupción y el despilfarro de esta administración. La negativa gubernamental de impulsar una reforma tributaria progresiva en la que paguen más los que tienen más, tal cual lo prometió en su campaña contribuye a semejante hoyo fiscal. El problema esencial del sistema previsional radica en la raquítica condición de la economía nacional e incapacidad para superar el 29% de cotizantes, ante una informalidad económica que supera el 62% y un creciente desempleo.

A la base del fenómeno está el raquítico crecimiento de la economía, que este año 2022 cerrará como la menor de la región centroamericana con apenas el 2%; mientras la perspectiva del 2023 es peor de acuerdo a datos de la CEPAL, pudiendo caer hasta el 1.6%, principalmente por la caída de la inversión extranjera debido al clima de incertidumbre ante el carácter autoritario del gobierno de Bukele. Esta condición de calamidad se expresa de manera más desastrosa en la agricultura nacional en la que no hay asomo de reactivación agropecuaria ni de la caficultura tras el atropellado paso de cuatro diferentes ministros del ramo, removidos sin explicación pública, pero sí con sendas investigaciones de la extinta CICIES sobre abultados casos de presunta corrupción relacionados el mal uso de fondos públicos en la compra multimillonaria de alimentos en el extranjero durante la pandemia.

Tras la novena prórroga del Régimen de Excepción continúan las arbitrariedades, el encarcelamiento de miles de inocentes por la supuesta pertenencia a grupos criminales es una constante y se agrava con la reciente aprobación de una Ley Especial contra la Extorsión, que se aplica a las víctimas. Actualmente, El Salvador es el país con más privados de libertad en el mundo (1200 x 100,000 habitantes) y enfrenta además de un brutal proceso de militarización de la sociedad, un creciente deterioro de las instituciones democráticas. La tolerancia de los abusos no es infinita, la historia lo demuestra.