El ser humano, es sin duda alguna la criatura más ingrata y desagradecida de toda la creación, pues a pesar de poseer la capacidad de pensar y razonar, ignora voluntariamente todo acto de la misericordia de Dios sobre sus vidas, sin ninguna clase de arrepentimiento. Pues en su interior sabe que hay un creador, que lo sustenta todo, y que nada de lo creado pudo haber sido hecho por el azar o la casualidad, sino que hasta los científicos sostienen que el universo tuvo un principio, por lo tanto, se aplica la ley de la causa y el efecto, siendo una ley irrefutable, en consecuencia, tuvo que haber un creador de todo.

Y ese creador es sin duda Dios, quien amó tanto al mundo que ha dado a su Hijo unigénito (el Señor Jesucristo), para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna (Juan 3:16). Ciertos hombres malos han intentado borrar a lo largo de la historia el nombre de Jesús, pero no han tenido éxito. De igual manera ha habido miles de intentos por destruir la Biblia y silenciar su mensaje, es así como algunos líderes políticos y religiosos buscaron enmudecer al mensaje de la Biblia. Usaron toda su autoridad para que las personas no pudieran acceder a una Biblia, ni que pudieran traducirla o reproducirla.

Este es el caso Antíoco Epífanes que alrededor del año 167 antes del Señor Jesucristo, en su calidad de rey de la dinastía seléucida ordenó destruir todas las copias de las Escrituras Hebreas porque quería imponer la religión griega a los judíos. Sus funcionarios hicieron pedazos y quemaron los rollos de la Ley, además de ello mataban a toda persona que se encontraba leyendo las escrituras en busca de fortaleza y consuelo. En la Edad Media, ocurrió algo similar, con la Iglesia Católica, que no permitía que nadie predicara lo que la Biblia enseña, ni mucho menos se diera el mensaje en un idioma que no fuera el latín.

Acusando de hereje a cualquier laico o intelectual que tuviera libros bíblicos dado que ello lo consideraban propiedad privada del catolicismo. Tanto así que, en el contexto de la Santa Inquisición, se utilizó la persecución y la tortura, como un medio de silenciar al mensajero, por ejemplo, en el libro el “Proceso Inquisitorial de Fray Luís de León, nos damos cuenta de la saña con que procedían los frailes inquisidores que encarnaban los intereses de sus respectivas Órdenes Religiosas en contra de todo aquel que osara desafiar lo dicho por la iglesia católica es por esta razón que se creó una estela de aversión a la Biblia.

De manera que ha existido enemigos externos e internos que han intentado silenciar y destruir el mensaje bíblico de salvación para la humanidad, incluso han querido borrar de los libros de la historia a la persona del Señor Jesucristo, pero ninguno ha tenido éxito. Y con justa razón miles de personas a la largo de la historia se han alejado de las iglesias, porque no han encontrado paz y consuelo a sus necesidades espirituales, al contrario, han sido atacados por personas religiosas inescrupulosas que han sido malos relacionistas públicos de nuestro glorioso Señor Jesucristo, presentando un mensaje distorsionado.

Por ello han surgido grupos de ateos, humanistas y filósofos que a lo largo del tiempo han dirigido todo su furia hacia la religión cristiana, sin entender, que el Señor Jesucristo y la Biblia, no es una religión, ni una filosofía, es ignorancia supina pensar así, al contrario el mensaje del Señor Jesucristo, es tan simple que hasta un niño lo puede entender, de modo que la enseñanza de la Biblia, se basa en el estándar moral más alto al cual ha tenido accedo la humanidad, es un estilo de vida que demanda buenas obras, amor al prójimo, solidaridad al huérfano y a las viudas y un respecto supremo al Señor Jesucristo.

En suma, el interés de Dios, es que nadie se pierda, sino que todas las personas vengan al arrepentimiento y que practiquen un estilo vida que solo provoca paz y gozo. Por ello el Señor Jesucristo dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30)