La niñez es, para muchos, la mejor época de nuestras vidas, cuando vivíamos sin mayor preocupación que cumplir con las tareas escolares. Muchos tuvimos el privilegio de tener padres amorosos y muy responsables que se esmeraban por darnos techo, alimento, abrigo y sobretodo educación cargada de principios y valores para la vida. Cuando éramos niños, algunos tuvimos el privilegio de vivir en plenitud nuestra infancia. Fuimos muy felices sumidos en un mundo de ludopatía, inocencia, sencillos descubrimientos y aprendizajes constantes. Siendo niños y adolescentes fuimos los reyes de la existencia.

La niñez es el presente y el futuro. Nos marca nuestra existencia y nos condiciona nuestro carácter y nuestra conducta como adultos. Un niño (a) feliz tiene altas posibilidades de llegar a ser un adulto feliz que se inserta como ente provechoso en la sociedad, pues lleno de principios y valores forma una familia estable que procura hacer el bien común.

Los niños (y los adolescentes) tienen derecho a ser amados, a la educación, a tener una familia estable, a la sana diversión, a que se le respeten sus derechos humanos, simplemente derecho a vivir como niños. El trabajo infantil no es un derecho, por lo tanto a la niñez no se le puede vulnerar obligándolos a trabajar de ninguna manera.

En el mundo se estima que uno de cada diez niños trabajan; es decir que hay alrededor de 160 millones de niños (as) que por diversas razones se ven obligados a trabajar. Es en África y Asia donde se da principalmente este fenómeno de los “niños trabajadores”, pero países como el nuestro no se quedan atrás.

La Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) 2022 del Banco Central de Reserva de El Salvador indicó que hasta el año pasado 66 mil 353 niños y adolescentes de ambos sexos realizan trabajo infantil, lo cual representa una taza de 5.1 por ciento. Hasta 2019 la cantidad de niños que trabajaban era de 93 mil 283, lo cual representaba una taza de 6.5 por ciento. Si los números no están manipulados, estos señalan que en tres años el país ha reducido en cerca de 27 mil la cantidad de niños sometidos al trabajo infantil, lo cual es bueno, pero no es suficiente. Todavía vemos niños en las esquinas trabajando como limpiavidrios o vendiendo en los buses y microbuses, algunos haciendo trabajos pesados en talleres y laborando en toda suerte de oficios, lugares y horarios.

Los datos de la EHPM de 2022 dados a conocer en abril pasado reflejan que en el país cuatro de cada diez niños que trabajan no asisten al sistema escolar, lo cual es muy ingrato, porque el presente de estos niños es desalentador, pero mucho más lo es su futuro. Obviamente sino tienen acceso a la educación, tampoco tiene acceso a la diversión y a desarrollar plenamente su esencia de niños y/o adolescentes.

Desde el 1 de enero pasado en El Salvador entró en vigencia la Ley Crecer Juntos la cual tiene como objetivo garantizar el ejercicio y el disfrute pleno de los derechos de la niñez y adolescencia acompañado del Sistema Nacional de Protección Integral de la Primera Infancia, la Niñez y Adolescencia con participación de la familia y, por supuesto, del Estado. Las expectativas son grandes y ojalá cada vez más haya menos niños y adolescentes en la necesidad de ser sometidos al trabajo infantil en cualquiera de sus formas.Ojalá que esta ley contribuya mucho a reducir a su mínima expresión el trabajo infantil.

Recordemos que en 2002 la Organización Internacional del Trabajo (OIT), declaró el 12 de junio de cada año como el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, con la intención de visibilizar la grave situación de los niños, niñas y adolescentes expuestos al trabajo y la explotación. Este año la conmemoración del Día Mundial tuvo como lema: “Justicia social para todos. Poner fin al trabajo infantil”. El lema inició oficialmente el 12 de junio, pero se extiende todo el año, para generar conciencia sobre la necesidad humana de acabar con ese desequilibrio social. La humanidad requiere humanizarse y abolir las formas de trabajo infantil es una forma de hacerlo.

Desde luego que el trabajo infantil no es una vocación ni un placer ludopático. Mucho menos una política de estado o un valor de familia, tampoco es una muestra de desarrollo o una manifestación del talento humano. El trabajo infantil es un desequilibrio de la sociedad que atenta contra los principios y derechos universales de la humanidad. El niño y el adolescente deben vivir la plenitud de su edad con la guía protectora del Estado, la Familia y el Sistema Educativo.
Su Santidad Francisco al referirse al trabajo infantil señaló que este tiene muchas causas, pero que la principal es la pobreza, por lo que la forma idónea para combatir ese flagelo de la sociedad es combatir la pobreza desde sus raíces y fomentar la unidad familiar. La generación de oportunidades para los adultos es una labor del Estado y del tejido empresarial de las sociedades. Pero como dice Francisco, no basta con generar oportunidades laborales, si a las personas no se les garantiza el acceso a los servicios básicos, salarios competitivos y estímulos laborales. Todo trabajo debe ser compensando con justicia y equidad. El trabajo debe ser exclusivo para los adultos y gratificado convenientemente.

Por esos más de 66 mil 353 niños y adolescentes que aún trabajan en El Salvador, esforcémonos por un mejor país. El Salvador vale la pena y nuestra niñez lo vale mucho más.