Acaba de darme una bofetada en la cara un extenso artículo en el New York Times sobre el deshielo en Groenlandia. Ya ni siquiera es una amenaza, sino una catástrofe consumada.

¿Cómo llegamos a este punto de no retorno? Y es que hasta en lo más simple se nota: ya no hay vientos en octubre ni clima helado en noviembre, las lluvias desordenadas dañan las cosechas; las tormentas tropicales y los huracanes -cada vez en mayor número- inundan, arrasan y empobrecen.
La respuesta más sencilla, y la más pobre, es echarle la culpa solo a los países ricos industrializados. Eso es una simpleza un tanto atenuada porque es parte de una compleja verdad. Lo que quiero decir es que en el interruptor de su casa, en el control remoto de su tele, también allí está el problema.

El calentamiento global y la estupidez humana están íntimamente relacionados. Abundan las frases que dibujan la segunda: “Estupidez es querer tener resultados diferentes haciendo precisamente las mismas cosas”, “Estupidez es ver un obstáculo enfrente y no evitarlo”. Seguimos, como humanidad, haciendo lo mismo y después nos preguntamos por qué el clima cada vez está más loco.
Esa característica de la condición humana se compone de ignorancia, fanatismo e indiferencia.
Los ignorantes de verdad, los auténticos, son aquellos a los cuales la información no les ha llegado y siguen quemando los restos de la caña para descombrar la tarea.

Los peligrosos son los fanáticos, y no sé por qué coinciden en ser muchas veces de derecha, religiosos, con estabilidad económica, de buenas costumbres, gente de familia que apodan con sorna “calentólogos” a los ecologistas. ¿Será que su vida casi perfecta los enceguece?

La indiferencia resulta también ser cómplice de esta destrucción. Estos saben, pero no les importa. La indiferencia puede ser la trinchera del miedo o el escudo de la soberbia, de esos que se creen superiores y creen tener todo controlado, o simplemente es descaro y cinismo.

Lo malo de los fanáticos y los indiferentes es que toman una idea y la convierten en un ideal. Han convertido su negacionismo en un ideal a defender contra un enemigo el cual no es tal, o sea: la izquierda pro aborto, feminismo, comunistas, diversidad sexual. Piensan que es parte de una agenda oculta contra el capitalismo y el libre mercado, cuando el tema es de gases de invernadero.

El calentamiento global se debe, en poquísimas palabras, al uso de fuentes “sucias” de energía, o sea, combustibles fósiles: petróleo, carbón o gas natural, que la producen para usos desde domésticos hasta industriales.

Entre más exigimos a las empresas generadoras que nos provean energía, más contaminamos todos. Ellos, nosotros, usted.

Por eso, aunque no entienda, aunque le parezca exagerado, si deja la luz del cuarto o la televisión encendida mientras se va a hacer otras cosas, usted está contaminando el planeta.

Ciudades sin árboles, tala del Amazonas, ríos contaminados que no pueden ser utilizados para producir energía, gobiernos que no hacen la transición a energía eólica, solar, o sea, energía limpia, todo eso y más, también es parte del problema, pero la estupidez no nos deja ver y no nos deja ser parte de la solución.

Cuando vaya por el parqueo de un centro comercial a hacer sus compras navideñas caminando con su familia o amigos o solo, y vea que a un insensible se le ha ocurrido quedarse dentro del carro con el aire acondicionado a todo dar, allí usted estará viendo a un idiota contaminando el ambiente.

No podrá hacer nada, o sea, llamarle la atención, porque se enojará, lo insultará y hasta puede que lo amenace a muerte, y aún de nada servirá, porque lo va a volver a hacer, en ese estacionamiento, en otro y así hasta el día de su muerte, porque es su comodidad, porque es su placer y eso está muy por encima de que los hielos de Groenlandia se estén deshaciendo, los del Ártico desquebrajando y las nieves de la Antártida derritiendo.