El general retirado Humberto Ortega Saavedra (H. O. S.) acaba de proponer una ‘tregua santa’. El escrito, aparecido en el único periódico opositor (ahora solo en línea, por la ‘asfixia’ gubernamental), es un esfuerzo por explicar qué pasó en Nicaragua en abril de 2018 y también por indicar el camino de salida.

H. O. S. con este texto desvela el papel que está jugando dentro de la gravísima crisis política de Nicaragua. Su intención es ser el mediador. El que pretende llevar a los actores a la mesa. El que propone una agenda mínima para alcanzar algún entendimiento. H. O. S. tiene experiencia en estos asuntos. Sobre todo cuando parece que solo hay niebla y vista corta.

En 1976, el sandinismo entró en el torbellino de las desavenencias y ni Carlos Fonseca Amador, figura máxima en ese momento, pudo evitarlo. De hecho, la caída en combate de Fonseca Amador, en Zinica (aunque la Guardia Nacional somocista fue a depositar sus restos a Dipina), el 6 de noviembre de 1976, se dio, de algún modo, por el desesperado empeño de Fonseca Amador para evitar el desmembramiento.

Pero ya a inicios de 1976 Eduardo Contreras, H. O. S., Camilo Ortega (el menor de los Ortega) Daniel Ortega (el hermano mayor de los Ortega), German Pomares y otros se habían distanciado de Carlos Fonseca Amador y dieron forma a la Tendencia Tercerista.

H. O. S. junto a Eduardo Contreras (quien fuera emboscado en la zona de Asososca el 7 de noviembre de 1976) fueron los artífices de eso, previendo que el fraccionamiento del sandinismo no se podía parar. Pero tan pronto como octubre de 1977 la Tendencia Tercerista apresuró el paso y se lanzó a ejecutar ataques en el Sur y en el Norte de Nicaragua. La relevancia militar de lo realizado es baja, pero su importancia política ayudó a conectar con el ánimo de las masas que se hallaban cansadas de los atropellos del somocismo. H. O. S. vio con claridad esto y por eso fue su diseñador principal.

De ahí en adelante, en 1978, el ascenso insurreccional fue imparable. H. O. S., con agudo ojo de águila político comprendió que ese momento era irrepetible y embarcó a la Tendencia Tercerista en un giro espectacular hacia una estrategia de insurrección general y a la vez contribuyó a la unificación sandinista. Así se llegó al 19 de julio de 1979 y H. O. S. pasó a ser la figura más influyente del sandinismo durante la década de 1980, y además el jefe del Ejército.

Pero falta: en 1988, en otro vuelco estratégico, H. O. S. encabezó la negociación para pacificar Nicaragua al lograr desarmar a la Contra (financiada por Estados Unidos) en 1989. Gran empeño que sin embargo no le alcanzó al sandinismo, porque en 1990 perdió las elecciones.

Ahora, en 2023, H. O. S. vuelve a intervenir, pero ya aquellas condiciones y aquellos dotes de prestidigitador y de visionario son solo escombros.

H. O. S. logra atisbar que la deriva autoritaria bajo la égida de Daniel Ortega ha agotado el capital político del sandinismo y lo ha homologado con lo que siempre fue su contrario: el somocismo. Y eso, como es lógico imaginar, trae aparejado la noción del relevo de ese dispositivo de poder. Es este relevo el que quiere conjurar H. O. S. Y trocarlo en una evolución política moderada.

¿Iluso? No. Más bien astuto. Hábil para leer entre líneas y diestro en la identificación de los corredores de intercambio. Pero llega tarde H. O. S. Porque en 2018 Daniel Ortega y su cohorte cruzaron líneas rojas. La represión desatada frente a la masiva e inesperada movilización cívico-popular convirtió en ilegítima a esa gestión política.

Apelando a un malabarismo de palabras, H. O. S. pretende hacer pasar al feroz Ortega (su hermano mayor) por el presidente prudente que toma buenas decisiones. Yerra H. O. S. en este propósito, porque Daniel Ortega ya no es una moneda intercambiable, sino de descarte.

Tampoco acierta H. O. S. al calificar del mismo modo a los sectores opositores y a los sandinistas que gobiernan. En realidad, ostentar el poder del Estado, así como se da en Nicaragua hoy, facilita que la tentación autoritaria se imponga. Los opositores al régimen no son un dechado de virtudes, pero tampoco son la encarnación del Mal.

H. O. S. busca una salida electoral a la crisis política, pero esta exige una recomposición estratégica del proceso político. Se trata de dos proposiciones distintas. Garantizar participación electoral no resuelve casi nada. A continuación de este episodio autoritario, Nicaragua debe refundarse. Limpiar la mesa. Después las elecciones.