Un día, hace unos diez años, alguien me saludó y yo no lo reconocí. Era Flavio, un ex alumno de la Universidad que estaba completamente calvo, incluso sin cejas, flaco y con unas tremendas ojeras. Lo reconocí luego por su voz y le pregunté que le pasaba, llorando me contó que su hijo de cinco años tenía leucemia y que estaba ingresado en el Hospital Bloom, en la fase terminal. Producto del tratamiento el pequeño estaba completamente calvo y él y su esposa habían decidido raparse el pelo por amor a su hijo Ernesto y para que él pensara que toda la familia era así. Unos tres meses después el niño partió al cielo.

Muchas personas, demasiadas, mueren por cáncer en El Salvador. Mi madrecita falleció por esa enfermedad en noviembre de 1994, luego mi padre falleció por ese mal en 2006. Muchos conocidos y amigos han muerto por esa enfermedad que se convierte en letal cuando no es tratada a tiempo. Mi solidaridad siempre está con las personas que padecen de cualquier tipo de cáncer, porque he vivido de cerca el dolor y la angustia de esa enfermedad. En mi familia, mi sobrino Leandro Geovanni Rodríguez Marinero, es un destacado médico oncólogo y estoy seguro que él pone su mejor empeño y sacrificio por salvar vidas y hacer menos dolorosa la angustia de los enfermos.

Cada 15 de febrero la comunidad mundial en torno al cáncer pediátrico conmemora el Día Internacional del Cáncer Infantil a efecto de crear conciencia sobre el cáncer infantil y expresar apoyo a los niños y adolescentes que padecen la enfermedad, así como a los supervivientes y a sus familiares. El cáncer es una enfermedad que nadie debería padecer porque es terrible, dolorosa y afecta a todo el entorno del enfermo. Ver sufrir a un ser querido por esa enfermedad es cruel e injusto.

Las cifras, aunque parecen ínfimas a escala mundial, son significativas. La Organización Panamericana para la Salud (OPS) indica que anualmente casi 500 mil niños y niñas son diagnosticados con cáncer. En América Latina cerca de 8 mil niños mueren al año. En El Salvador las estadísticas indican que de cada 100 niños detectados con la enfermedad por año, más de 40 mueren. La mayoría por leucemia, uno de los cánceres más comunes. A propósito los cánceres de útero y mama son los más comunes en las mujeres adultas; mientras que en los hombres es el cáncer de próstata y colon. Esas cuatro formas de cánceres tienen cura si son tratados a tiempo. Incluso descubrirlos es relativamente fácil.

El cáncer tiene diferentes orígenes, quizá el más común es el de origen genético, pero igual tiene mucho que ver el estilo y calidad de vida y la alimentación. Siempre he escuchado que todo cáncer detectado a tiempo tiene un alto porcentaje de curarse; sin embargo, en la mayoría de los casos se detecta cuando ya está avanzado y entonces el tratamiento se vuelveun recurso paliativo.

Todo tratamiento de la enfermedad es costoso. Al Estado le cuesta miles de dólares tratar a estas personas, pero es una responsabilidad que no puede evadir. En El Salvador hay buenos especialistas reconocidos internacionalmente y se cuenta con los insumos para tratar el padecimiento, desde luego en los países del primer mundo cuentan con un mejor sistema de salud y con la tecnología suficiente que le permite mejores tratamientos.

La OPS sostiene que la gran mayoría de niños con cáncer viven en países de ingresos bajos o medianos, donde “enfrentan inequidades inaceptables en aspectos como la detección temprana, el diagnóstico y el acceso a tratamientos de calidad y cuidados paliativos”. Por eso es importante concienciar en la necesidad de procurar un diagnóstico temprano, tanto en niños como en adultos. Hay que tener claro que hay tipos de cáncer genéticos, pero también hay algunos que se adquieren por nuestra conducta cotidiana o nuestro estilo de vida. Algunos, por situaciones hereditarias y otros factores de riesgo, están propensos a desarrollar la enfermedad. De todo eso debemos estar atentos.

Muchas personas son sobrevivientes a un tipo de cáncer y luego suelen llevar una vida normal. No todos se les desarrollan metástasis. La atención médica oportuna es determinante para superar la enfermedad. Cuidemos a nuestros niños y se vemos algún síntoma o sospecha llevémoslos a consulta.

Este 15 de febrero, un abrazo y un beso a todos los enfermos de cáncer, pero especialmente a los niños, niñas y adolescentes que, sin tener culpa alguna, adolecen esta enfermedad. A las familias de los enfermos una fuerte abrazo y nuestras muestras de fe y solidaridad. Ver sufrir a una persona por cáncer es demasiado cruel, mucho más cuando se trata de un niño.