Con la evolución del Estado moderno, la comunicación y propaganda han sido herramientas esenciales para informar y orientar asuntos públicos, sin embargo, como otras, también pueden tener usos desastrosos. La Enciclopedia del Holocausto (accesible en línea) y la plataforma multimedia del Parlamento Europeo en Bélgica ofrecen una extensa investigación sobre la comunicación de Alemania Nazi y su evolución desde que llegaron democráticamente al poder hasta que rápidamente desplegaron una feroz dictadura que desencadenó en la persecución política, la guerra y el genocidio y que sin duda tuvo como pilar la propaganda y la generación de odio.

Los nazis fueron habilidosos propagandistas, crearon la mayor maquinaria de comunicación de masas maquiavélicamente definida para influir en la opinión pública, adquirir y mantener el poder, impulsar la guerra total y que constituyó parte central de su estrategia para perseguir y destruir a sus adversarios. Joseph Goebbels, jefe del Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y la Propaganda, centró su trilogía apuntando a los judíos como los culpables de los graves problemas económicos de Alemania, estimular la necesidad de seguridad en el ideario social y en convencer de la urgencia para derrotar a sus enemigos. Su estrategia consistió en masificar el alcance de los noticieros cinematográficos y radiales para enaltecer la imagen y apoyo a la causa de Hitler; articulando toda la batería de recursos disponibles como el arte, música, teatro, cinematografía, libros, radio, prensa y materiales educativos. El objetivo era crear una atmósfera de odio e intolerancia que justificara el uso de la violencia contra los judíos, generando un clima de pasividad, indiferencia mezclada con aceptación para implementar medidas de represión y persecución contra los “adversarios”. Evidencias de aquella estrategia son los films: “El Triunfo de la Voluntad” de la directora Leni Riefenstahl en 1935 y “El Judío Eterno” del director Fritz Hipper en 1940. De la misma época es relevante escudriñar el rol del periódico “Der Sturmer” (El Atacante) publicado por Julius Streicher entre 1923 y 1945, fecha en que se derrumbó el castillo de naipes.

La semana pasada la agencia británica de noticias Reuters publicó un informe especial sobre una investigación de la periodista Sarah Kinosian sobre como “Bukele ha creado una poderosa operación de comunicaciones”. Las revelaciones descubren la punta del iceberg sobre un complejo y millonario entramado de propaganda y comunicaciones paralelas, creado al margen y dentro de la institucionalidad del gobierno, financiada con vastos fondos públicos para beneficiar una agenda político partidaria ajena a los intereses del Estado, lo que denota un rasgo de corrupción. Esta investigación revela datos sobre contratos, entrevistas a organizadores de redes de troles, creadores de granjas de bots, es decir, una oscura organización de una poderosa operación para influir en todo lo que la población ve, lee o escucha. La investigación también se refiere a un informe atribuido al Departamento de Estado de EE. UU. en el que señalarían la creación de miles de cuentas presumiblemente falsas y anónimas en redes sociales, que operarían desde lugares identificados en las mismas coordenadas geográficas (mismas direcciones), con el objetivo de replicar y retuitear en el mismo milisegundo. Al igual que en la Alemania nazi, desde esas redes de troles y granjas de bots crean partidarios ficticios para manipular el debate político con la finalidad de enaltecer la imagen de Bukele, elogiar sus políticas, identificar y atacar a sus críticos y aplicar procedimientos para denunciar y cerrar cuentas de quienes consideran adversarios para callarles.

Esta investigación ratifica la existencia y modo de operar de un ejército mediático con fines político electorales, emplantillado con sicarios digitales que actúan impunemente desde cuentas prepago anónimas. Esta red opera en varios niveles, pero como ecosistema está aupado con recursos públicos que funciona articulada con influencers también financiados y coordinados desde la institucionalidad del Estado. Se le suman las cuentas falsas caracterizadas por su reciente creación, carentes de información personal, pocos seguido, no generan contenidos; su misión solo es retuitear al instante. Las cuentas anónimas, además del retuit, atacan, asedian, denuncian y cierran cuentas de quienes piensan diferente. Esta poderosa maquinaria mediática desvía la atención sobre problemas para los que el superhéroe construido desde la publicidad no tiene solución: miles de desaparecidos, cementerios clandestinos, miles de víctimas inocentes del Régimen de Excepción, expedientes de corrupción, el fracaso del Bitcoin, la crisis económica, el aumento de la canasta básica, entre otros. Esta misma maquinaria ya está en función de la campaña electoral ¿Hará algo el TSE para frenarla? ¿Cuánto tiempo más se podrá sostener este castillo de naipes?